LA REALIDAD DE UN INFRAMUNDO CONTEMPORÁNEO                      EL CEMENTERIO METROPOLITANO  DE MARACAY
 EL CEMENTERIO METROPOLITANO  DE MARACAY                                               06-01-2017

     El sol inclemente del último viernes del año quema el rostro y las espaldas de una considerable masa de gente que “culturalmente” acuden a visitar a sus familiares fallecidos y cuyos restos “reposan” en un terreno donde se tejen una diversidad de realidades e inframundos, que al final de cada calendario se torna más gris, triste, nostálgico y donde la vida, de una manera mágica deja ver sus transitoriedad con mayor ímpetu.

Los restos allí sembrados, “descansan” bajo una maleza que cubre los memorables recuerdos de los familiares que dejaron sus huellas en los epitafios de mármol, recipientes para las flores y algunos ladrillos que en algunos momentos demarcaban los límites de la última morada. Con el propósito de colocar algunas flores y calmar la soledad de las separaciones físicas, nos internamos en la maleza con la idea de identificar, en medio de tanta desidia, el lugar del “ultimo descanso”. La maleza quemada regaba con una lluvia de hollín todas las tumbas y la basura hacía lo propio dentro de los agujeros negros que la irracionalidad dejó , interponiéndose a cada paso como obstáculos infranqueables

El sol, la rabia, y la impotencia ante un cuadro tan dantesco, no debilitaron las ganas de colocar nuestras carencias, nuestros afectos, nuestras incertidumbres, culpas y tantas cosas más, manifestadas en el símbolo de las flores que llevábamos, en las tumbas de quienes amamos en vida y que ahora extrañamos profundamente. Después de una larga búsqueda, escarbando en la tierra árida como quien persigue un tesoro, apareció una placa de mármol quemada por el fuego provocado, señalándonos que allí estaba ese alguien especial que era y es  parte de nuestra vida.

El dolor, por un lado, se notaba a flor de piel de quienes sentados al lado de la tumba, o arrodillados quitando la maleza, o de pie delante de su ser querido, se mantenían en silencio, como queriendo escuchar, como queriendo entrar en sintonía con quien ya no está, pero que por razones que no se pueden explicar, hacen de esos momentos tiempos de  reencuentro con la espiritualidad más profunda que habita en nosotros. 

     Por otra parte, personas que han perdido toda sensibilidad humana cuya racionalidad es lo irracional, se dedican a despojar a la fuerza  y bajo amenazas de lo poco o mucho que los deudos poseen, sin que importe el dolor, la tristeza, el lugar; sin que importe nada, sin que importe que a poca distancia estén los agentes policiales armados con sus teléfonos inteligentes mirando fijamente cada mensaje que llega, abstraídos de la realidad del inframundo que los circunda. Estos seres se trasladan a través de la maleza y la basura como depredadores humanos, no para ubicar la tumba de un familiar, sino para cazar los silencios y las impotencias de las personas cuyo dolor y la pérdida ya no le  es suficiente.

     El sol sigue resecando la garganta, mientras intentamos dejar atrás ese  inhóspito lugar donde ni siquiera la no vida puede habitar, al avanzar encontramos equipos de música sobre algunas tumbas, mientras los familiares liban licor en una orgia etílica con el difunto; una funeraria con su imponente color negro llega con el cortejo de allegados para dejar “descansar en paz” a su ser querido, el cual será colocado en lo que otrora era una de las calle de acceso, la cual ha sido dispuesta para el destino final, porque ya no hay espacio.

     Ese inframundo reúne tantos sin sentidos, tantas incongruencias, tanta subhumanidad que hasta llegué a pensar por un momento que ese lugar bien podría ser una metáfora de lo que acontece a nuestro país y así quedó en mi memoria. Lo que en muchos pueblos de antaño fue y es un lugar de reposo, de paz, de respeto, hasta sacro, hoy en nuestra ciudad es sólo un basurero lleno de desperdicios humanos, no tanto por los que allí ya han se han vuelto  polvo con el polvo, sino por lo que aun respiran pero están muertos socialmente, políticamente, humanamente, espiritualmente y culturalmente.