EL CARACTER “RELIGIOSO FUNDAMENTALISTA” QUE SUBYACE EN LOS PROYECTOS DE LA IZQUIERDA CONTEMPORÁNEA
                                                                                                                                                                                  05/12/2014


Poner en duda el impacto que tuvo la persona de Jesús de Nazaret en la historia de la cultura occidental es tan necio como creer que, en la actualidad, las iglesias que se denominan “cristianas” son expresiones fieles al pensamiento de aquel de quien se dicen ser seguidoras. El cristianismo en sus tres primeros siglos se comportó como un movimiento de base popular  indómito y alternativo, hasta que fue secuestrado por el poder hegemónico y domesticado en formulas, dogmas y doctrinas que lo convirtieron en una  institución que, para salvaguardarse, diseño una teología fundamentalista que legitimó este  “viraje copernicano”.

Es sorprendente como esta “lógica” de carácter religioso fundamentalista subyace de manera explícita en las lecturas y acciones que la izquierda latinoamericana contemporánea y su entorno inmediato asumen ante los grandes desafíos que hoy tenemos que afrontar como sociedad, y cómo opera de manera implícita en gran parte de la “feligresía” política.

Es así como nace la ECLESIOLOGÍA, es decir, la forma correcta de lo que significa ser iglesia y que además coloca los límites de dicha comprensión. Por tanto hay una sola iglesia, santa, verdadera y universal capaz de garantizar la “salvación” de la humanidad. Recuerdan aquello de que “fuera de la iglesia no hay salvación”. No hay alternativa, estás adentro y te “salvas”, o afuera y te “condenas”. Además, queda excluida cualquier otra propuesta eclesial al margen de la ya dada e impuesta, y de aparecer debe ser identificada como “herética” y por tanto se convierte en “objetivo religioso”. Hoy podemos decir que fuera de la interpretación que hace el gobierno de la POLÍTICA no hay salvación, es decir, no hay posibilidades de maniobra ciudadana que pueda incidir en la realidad, debido a que se tomaría como un acto “herético” políticamente. Hay una sola manera de hacer POLÍTICA santa, verdadera y universal, aquella se  hace desde  los parámetros de comprensión que se ha institucionalizado desde los espacios de poder. Osar pensar de otra manera lo POLÍTICO es un acto detestable que merece la “excomunión” por medio de los mecanismos contemporáneos de inquisición política. 

     Toda eclesiología exige un cuerpo de sacerdotes/pastores que administren la SANA DOCTRINA, así como en la POLÍTICA se requieren de quienes velen por la correcta aplicación de la misma. De esta manera aparecen los exegetas, los profesionales que se califican como herederos de la ortodoxia, del “legado”, de la recta interpretación, hasta se dan discusiones acerca de quién estuvo más cerca del MAESTRO para justificar su APOSTOLADO político o para optar a mayores responsabilidades y validar su autoridad. El acceso directo a la semilla que dio lugar al movimiento político desaparece y  es mediado por un MAGISTERIO que vincula a la FELIGRESÍA con el legado, porque el pueblo  no tiene la capacidad de entender sin la ayuda  de quienes han sido ungidos por el ESPÍRITU del partido. Por otro lado, si alguien se atreviera a cuestionar el liderazgo de estos “mediadores” estaría atacando al mismísimo ESPÍRITU que dio lugar al movimiento y no sólo al sacerdote/pastor.

De niño me aterraba el discurso sobre el pecado, eso que en teología se llama HAMARTIOLOGÍA, por eso me sentía seguro en mi iglesia, en mi eclesiología, me ayudaba a disipar los temores de saberme “malo”, “pecador”, “mundano”, “impío”, “perdido”. El pecado, como algo perjudicial e indeseable, es parte de las doctrinas de las iglesias cristianas, curiosamente este  concepto no está presente  en las religiones asiáticas o de raíz africana. En la HAMARTIOLOGÍA fundamentalista todo lo malo que ocurre, en gran parte,  no es responsabilidad de las personas sino de una “fuerza espiritual externa” que influye de manera interna y te hace cometer actos pecaminosos. No en pocas comunidades religiosas se habla de que las personas son “poseídas” o “incitadas” por espíritus para cometer actos de esta naturaleza. De allí que,  no era extraño escuchar que  las personas mentirosas, ladronas, asesinas, violentas, irresponsables, flojas, entre otras,  no eran culpadas de sus actos sino el DIABLO que los movía a ello. En este contexto nadie era responsable, sino que el causante de todo lo malo que acontecía era el DIABLO. Recuerdo que en mi iglesia, entonces, se hablaba más del DIABLO que de Dios,  así que me imagino sería por eso que de niño aprendí más de este personaje que acerca del mismo Jesús. No es difícil ver este tipo de HAMARTIOLOGÍA en la POLÍTICA venezolana ya  que a cada momento, en cada instante escuchamos que todo lo negativo que nos acontece como país es achacado al…CAPITALISMO. La burocracia y la ineficiencia de la administración pública; la impunidad y la corrupción; la violencia y la anarquía; la hiperinflación y la escasez; el fracaso del modelo económico y de producción, e incluso los robos en el transporte público y el “columpio” que se dañó en el parque del barrio, son causa del IMPERIO. El mal es externo, siempre está fuera de nosotros, por tanto no somos responsables, así que podemos estar tranquilos. ¡Estamos libres de culpa! Y así como el diacono de mi  iglesia que golpeaba de vez en cuando a su esposa, pero no era él sino el DIABLO y de victimario pasaba a ser víctima requiriendo  hasta la solidaridad del resto de la comunidad, en lo POLÍTICO los que tienen cargos públicos no son responsables de su ineficiencia o del mal manejo de los recursos de todos, sino que hay que buscar la causa en el CAPITALISMO como el DIABLO que nos posee y paradójicamente “nos hace libres de toda culpa”. Puede sonar extraño, pero sigo creyendo en el poder hegemónico del  DIABLO y también del CAPITALISMO, pero ya dejé de pensar que ellos sean responsables de todo cuanto ocurre en el campo RELIGIOSO y  POLÍTICO.

     Como niño y joven formado en el ámbito religioso me preocupaba sobremanera el tema de la SOTERIOLOGÍA, de la “salvación” y la “perdición”. Me aterraba pensar que al morir iría al infierno eternamente y me preocupaba de mi SALVACIÓN de la manera como lo había aprendido: manteniéndome dentro de mi iglesia, dejándome orientar y siguiendo a los SACERDOTES/PASTORES y esforzándome en mantenerme dentro de la ORTODOXIA impuesta. Entre otras cosas, esto también me ayudaba a identificar con cierta facilidad los movimientos, acciones y estrategias del DIABLO en contra de  mi SALVACIÓN. Esta SOTERIOLOGÍA, se consideraba absoluta y totalizadora, lo que le daba un aspecto idolátrico, generando a su vez una espiritualidad sacrificial. La salvación tenia implícita el sufrimiento y el dolor, pero eso no importaba porque al final de la vida el CIELO nos esperaba. No pocas veces en las celebraciones religiosas escuchábamos a una madre “dar testimonio” diciendo que su casa había sido destruida por el desbordamiento de una quebrada y que habían quedado en la calle, pero que eso no importaba porque en el CIELO ella ya tenía preparada una mansión donde las “calles eran de oro y el mar de cristal”. Debo confesar que esas utopías SOTERIOLÓGICAS siempre me inquietaron, esas metáforas muy ricas en contenidos siempre vaciados de los mismos por los sacerdotes/pastores, representaban ese estado ideal de felicidad que se nos proporcionaría al final de los tiempos. Las utopías son necesarias pero no resuelven los problemas cotidianos, del presente, del ya. El rancho se lo llevó la quebrada y saber que tengo una casa en el cielo no me cubrirá del frio, y de la lluvia esta noche. ¿Cómo salvarnos en una sociedad globalizada? La BACTERIOLOGÍA de la política venezolana nos interpela diciendo que “o estamos con ella o estamos en contra; que no hay SALVACIÓN fuera de sus límites; que quienes comulguen al margen van derechito al INFIERNO. Se propone como una visión totalizadora de la realidad, convirtiéndose en un FETICHE que demanda víctimas que se sacrifiquen en nombre del proyecto. Cuando se levantan preguntas acerca de acciones erradas, propuestas ineficientes, acciones injustas que están afectando a los más vulnerables, se alega que es necesario para lograr los objetivos que se tienen planteados; se analiza el presente desde la UTOPÍA DEL SOCIALISMO. Como la culpa es del CAPITALISMO, hay que aguardar hasta que  lo derrotemos por completo y allí comenzará la FELICIDAD esperada por todos. Y así como los cristianos creían que lo religioso era una experiencia exclusiva de ellos, sin percatarse de que hay religiones milenarias con mucho más antiguas, los sacerdotes del proyecto político no se han dado cuenta que el MURO DE BERLÍN ya cayó, que la Unión Soviética ya no existe y que Obama se sienta a conversar con Raúl Castro. 

Todos los domingos iba a la iglesia para participar de la LITURGIA que nos convocaba como comunidad eclesial; es un momento fundamental para quienes hacen vida dentro de las comunidades cristianas. Cuando el cristianismo era un movimiento, las liturgias eran dinámicas, desafiantes, comprometidas y literalmente “salvíficas”. Una vez que el movimiento se institucionaliza se pierde la fuerza y la vitalidad originaria, así que el ir a la iglesia se convirtió en rutina. El sacerdote/pastor hablaba siempre y ya uno podía predecir  acerca de que iba a decir, predicaba  generalmente  de lo mismo, él podía cambiar la cita bíblica pero el sermón no variaba,  sabíamos de memoria sus historias, sus gestos delataban cuánto le restaba para culminar. Cuando había un problema en la comunidad él usaba el púlpito para corregirlo, él pensaba que con hablar desde allí y fundamentar su discurso en la Biblia era más que suficiente para que las cosas cambiaran. ¡Qué ingenuo! Como feligreses animábamos al pastor desde nuestros asientos con frases preelaboradas tales como: ¡Gloria a Dios! ¡Amén! ¡Alabado sea el Señor! ¡Cristo vive! ¡Aleluya!, entre muchas otras. Estas expresiones era nuestra manera de decir que estábamos de acuerdo con lo que nuestro sacerdote nos decía, que por lo general tenía que ver con esa manera particular de entender la ECLESIOLOGIA, la HAMARTIOLOGÍA y la SOTERIOLOGÍA. Estar en esa actividad nos transportaba a la utopía,  CIELO, pero al salir de  la IGLESIA nos volvíamos a encontrar con la realidad no siempre gratificante. En mi época, todos los días había una actividad que no convocaba a participar: lunes, reunión de damas, martes, reunión de caballeros, miércoles, estudio bíblico y oración, jueves, ensayos, viernes, células, sábado, visitas y domingo, por supuesto el culto principal. Es sorprendente como en estos últimos 15 años se ha ido configurando una LITURGIA en el proyecto político que no dista en nada de lo ya descrito. Los sacerdotes políticos, quienes han privatizado la palabra, hablan sin parar ante un pueblo que ya se sabe el discurso con punto y coma. Los problemas del país se pretende resolverlos con decretos e instrucciones verbales apelando a  la “buena voluntad” de funcionarios y pueblo en general. Mientras la feligresía responde con slogans nada nuevos, y que son recitados cual textos bíblicos en actos públicos. No las pasamos todos los meses celebrando, conmemorando, recordando, festejando, memorando un sin fin de fechas que ya el año no nos va a alcanzar para realizar tantas LITURGIAS. Así como las iglesias tienen su calendario litúrgico, la izquierda ha construido también el suyo. En nombre de NO OLVIDAR nos olvidamos de tantas situaciones que hay que resolver, que las personas experimentan situaciones en extremo difíciles y que exigen acciones concretas; y además, matamos el espíritu de aquello que se quiere conmemorar al convertirlo en un acto rutinario, recurrente y alienante.

La izquierda se dedicó durante décadas a denunciar a la religión como “opio del pueblo”, muchas veces con razón, sin darse cuenta que cuando tuvo la oportunidad para mostrar su voluntad liberadora y distanciarse de los proyectos que “adormecían las conciencias” que históricamente,  con toda razón ha adversado, repitió aquello que cuestionaba y termino por convertir su narrativa en un discurso político que opera con la misma lógica de los fundamentalismos religiosos políticos que en otrora combatía, pero que ahora los justifica porque ya no son los otros quienes están en el poder.

Como diría el evangelio “siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.