INCREENCIAS
                                                                02/06/2016

No creo en la inocencia de EE.UU y sus aliados ante la arremetida actual que experimentan los proyectos políticos no alineados a sus intereses en América Latina, y tampoco en los gobiernos que no asumen su responsabilidad ante los graves errores cometidos en la región.

No creo en los latinos, especialmente cristianos, que hacen vida en los EE.UU y son acérrimos críticos de lo que acontece en América Latina, pero son incapaces de cuestionar el modelo de muerte que representa ese país junto a Israel, no solo para la región sino para el mundo y el planeta en su totalidad.

No creo en los postulados neoliberales encarnados en los políticos reaccionarios que hoy reaparecen como los salvadores de la patria, y tampoco en una izquierda anquilosada en el siglo XX que no entiende las complejidades del siglo XXI, las nuevas preguntas y las nuevas realidades

No creo en el mito de "que éramos felices y no lo sabíamos", y tampoco en el "estamos mal pero vamos bien" y menos en el de «estás conmigo o estás contra mí»

No creo en la Omnipotencia del Mercado con sus políticas de exclusión y tampoco en el Capitalismo de Estado, porque ambos se convierten en ídolos generando espiritualidades sacrificiales.

No creo en la violencia que se hace en nombre de la «paz» y tampoco en nombre de «Dios», de la derecha, de la izquierda, de la Biblia como excusa para resolver nuestros conflictos humanos y de convivencia.

No creo en un Dios que opta preferencialmente por los poderosos y tampoco en hermenéuticas sobre el texto bíblico que se usan para discriminar, juzgar, violentar, destruir, excluir, manipular, maldecir, condenar y justificar prejuicios morales y políticos.

No creo en quienes en nombre de sus ideales visibilizan todo aquello que apoya sus creencias pero invisibilizan todo lo que contradice sus posicionamientos, cayendo en un sesgo cognitivo de carácter patológico y farisaico.

No creo en los líderes que se han apropiado del discurso de la izquierda y asumen una ética mercantilista y tampoco en discursos de derecha disfrazados de pueblo abogando por la «justicia».

No creo en realidades virtuales cuyo argumento más contundente radica en un video, una imagen, un meme o una frase; y tampoco en realidades irreales fundamentadas en slogans consignas y textos bíblicos abusados hermenéuticamente.

No creo en las clasificaciones que reducen la vida y la sociedad a posturas en blanco y negro y tampoco en los análisis que secuestran lo colorido, la diversidad y la pluralidad en los posicionamientos socio políticos y religiosos.

Como cristiano, pecador e imperfecto y siempre en proceso de reconstrucción, prefiero equivocarme con el ejemplo de praxis de Jesús y con mi utopía de sociedad socialista, plural, inclusiva, justa, de un mundo multipolar, humano y no acertar junto a la utopía capitalista, neoliberal, hegemónica, ecocida y neocolonial.

«¿Quién dijo que todo está perdido?…Yo vine a poner mi corazón»