La fe salió al exilio huyendo de la
hegemonía del fetiche, de las creencias totalizantes
reguladoras de dogmas, que ofrecen la salvación única y en
exclusividad.
La esperanza anda en la clandestinidad de la rebeldía, camuflada en los silencios de los rostros famélicos, en el grano de trigo que está muriendo sin dar pan.
Mientras que el amor tiene orden de captura por traidor, por oponerse a narrativas de desencuentros; expresarlo, sentirlo, promoverlo, también es delito.