Llegó
a la plaza, saltó la baranda; se
acercó a la fuente y se postró ante ella.
Lavó su cara, sus brazos, disimuló su aliento, se refrescó el alma, se purificó la vida.
Liberó cuatro palabras, insultó a alguien, tomó la rosa, percibió su perfume, regresó a su cotidianidad, y mañana volverá a otra fuente.