Dejarse abrazar por el viento nocturno. Correr tras las nubes que se convocan. Atrapar los rayos del sol al amanecer. Parpadear en cada aleteo del colibrí. Sosegarse con la mirada hacia lo alto.
La imposibilidad del abrazo no anula la brisa que refresca la piel. El cansancio disipa la multiformas grisáceas de algodón. La luz se escapa desde el alba hasta el atardecer multicolor.
La danza acelerada aturde la mirada pero encanta al espíritu. Millones de puntos de fuego Invitan a dejarse llevar por la quietud.