Introducción
En septiembre del año 2000, Holanda pasa a la historia como el primer país en aprobar la unión entre personas del mismo sexo, mientras que en junio del 2015 la Corte Suprema de los EEUU le da carácter legal en todo el territorio estadounidense al matrimonio homosexual. En el transcurso de esos 15 años un promedio de 20 países han aprobado leyes en esa misma dirección tanto en Europa, América Latina y Sudáfrica, por supuesto, con especificidades y procedimientos diversos. Irlanda, por ejemplo, sometió a referendo dicha decisión y el 62% de los votos fueron favorables; mientras que en otros casos la figura que se utiliza no es “matrimonio”, sino “Uniones Civiles”. Lo cierto es, que la legalización de las relaciones y convivencia entre personas de un mismo sexo se ha ido posicionando en las agendas legislativas de los parlamentos con bastante celeridad, en esta alborada del siglo XXI, causando no pocas reacciones, tanto de quienes dan la bienvenida a estas leyes, como de quienes las interpretan como una amenaza a la armonía de la sociedad.
En la alborada del 2014 un grupo, de por lo menos 47 organizaciones, introdujeron ante el Poder Legislativo venezolano un proyecto de ley, respaldado por más de 20 mil rúbricas, que busca una reforma en el Código Civil a fin de permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo. La respuesta desde algunos sectores del cristianismo no se hizo esperar, primero lo hizo la Iglesia Católica por medio de la Conferencia Episcopal en el mes de febrero de ese mismo año, con la publicación de un documento denominado Nota Doctrinal-Pastoral sobre el matrimonio, en el cual manifestaban el rechazo a dicha iniciativa, y en el mismo se alega, entre otras cosas, que “los derechos humanos nacen de la ley natural y de la moral auténtica y no de ideologías, de propuestas culturales o de decisiones de entes jurídicos o legislativos”. Un año después, lo hicieron grupos de un sector de las iglesias evangélicas, quienes el 4 de agosto convocaron una marcha para entregar un documento con más de 100 mil firmas, para rechazar dicho anteproyecto. En el contexto de la marcha y redes sociales se dejaban ver proclamas como: "Marcha en defensa al modelo de Dios", "El Matrimonio Igualitario es una aberración satánica". "No marchamos para defender ni para violar derechos, lo hacemos para advertir que Dios no se equivocó". "Gloria a Nuestro Dios que ha unido a su Pueblo a proclamar que su palabra es fiel, alzando la voz en contra de toda aberración humana". "¡Varón y hembra los creó para que se multiplicaran sobre la tierra!" "Defendamos con firmeza el diseño perfecto de Dios para la familia".
Por otra parte, la Iglesia Evangélica Luterana de Estados Unidos (ELCA, por sus siglas en inglés), que comprende unos 5 millones de miembros, en su Asamblea Anual, en 2007, aprobó que aquellos pastores luteranos que tengan una relación con una pareja homosexual estable podrán actuar como pastores, e insta a los obispos a abstenerse de sancionar a los pastores que se encuentren “fielmente comprometidos en relaciones del mismo género”. En el 2009, se eligió obispa, en Suecia, a la pastora Eva Brunne, de 55 años de edad, quien tiene una relación homosexual reconocida y ahora pasa a ser la encargada de la diócesis de Estocolmo, la cual forma parte de la Iglesia Luterana más grande del mundo. A mediados del 2015, la Iglesia Protestante Unida de Bélgica (EPUB) en una Asamblea extraordinaria sobre el tema “La homosexualidad y el ministerio pastoral”, afirman que quienes tienen una orientación homosexual pueden ejercer el ministerio pastoral. Sostienen que “la homosexualidad no es un criterio para excluir a los candidatos al ministerio”. Y en ese mismo año, la Iglesia Presbiterana de los EEUU autorizó la celebración de bodas homosexuales, aunque los líderes también tendrán la opción de no hacerlo si esto va en contra de su conciencia. Para ello el Directorio para la Adoración en el libro de Orden fue enmendado y ahora rezará así: “el matrimonio es una dádiva de Dios” e “implica un compromiso único entre dos personas…”.
Las iglesias cristianas no son ajenas a los debates y confrontaciones que esta nueva realidad jurídica conlleva, de tal manera que asumen posicionamientos que, a su vez, reflejan la diversidad que hay dentro de ellas, así como las dinámicas que genera el tema en la sociedad en general. Porque, al fin y al cabo, las iglesia cristianas son parte del entramado social que las configura y no pueden librarse de expresar en su seno las contradicciones y consensos inherentes a cualquier cultura. En América Latina, no pocas veces, grupos cristianos han convocado manifestaciones públicas para visibilizar su rechazo a lo que consideran leyes que atentan contra el “buen funcionamiento de la sociedad”, “la familia” y la “moral”. No es extraño escuchar desde algunas aceras del cristianismo que la homosexualidad tiene que ver con la influencia de “demonios”, o “que es una enfermedad”, incluso algunos hablan de “terapias de reconversión” para sanar a estas personas, y los “testimonios de sanación” en este sentido no están ausentes.
El cristianismo hunde sus raíces, como fenómeno socioreligioso, en el judaísmo del cual se desprende como movimiento y luego se institucionaliza en el siglo IV experimentando desde entonces múltiples mutaciones y transformaciones hasta la fecha. Desde su génesis el cristianismo se caracterizó por su alta potencialidad de expansión, lo cual se manifiesta en la multiplicidad de iglesias que “nos muestra aún hoy su capacidad de atraer fieles y de forjar identidades” haciéndolo una realidad nada homogénea (Gebara, 2008). Desde el siglo I hasta la fecha, el cristianismo como movimiento y luego como institución ha tenido un desarrollo marcado por una diversidad de factores, tanto políticos como socio-culturales que hacen imposible que, hacia su interior, no se hayan experimentado realidades de carácter conflictivo y antagónico en la manera de cómo comprender el seguimiento a Jesús y su vinculación con los fenómenos sociales.
Estos conflictos teológicos han dado lugar, por lo menos en América Latina, a tres rostros en los que se podrían agrupar en la actualidad a las iglesias que constituyen y que reflejan esa heterogeneidad intrínseca al cristianismo: la Iglesia Católica Romana, las iglesias de Corte Protestante y las iglesias evangélicas. Estamos conscientes de las limitaciones de cualquier intento de clasificación, si consideramos que la diversificación no ha parado sino que se ha acelerado en las últimas décadas, dando lugar a nuevas expresiones que no siempre son fáciles ubicarlas teológicamente. Un ejemplo está representado por los grupos que hoy se conocen como neopentecostales o de prosperidad; sin embargo, para el propósito de este trabajo consideramos que la nomenclatura propuesta es funcional y facilita la comprensión de lo que se quiere presentar.
La descripción de esta taxonomía no pretende ser absoluta y mucho menos agotar en unas pocas líneas las dinámicas inherentes a cada grupo, insistimos que la descripción hecha responde a elementos generales y no a las particularidades de cada uno, debido a que los fenómenos religiosos son complejos y extremadamente volubles y su profundización sale de los límites de este trabajo. Esto explica por qué hoy es posible encontrar a iglesias autodenominadas reformadas con teologías evangélicas, o viceversa, iglesias de corte evangélico con posturas teológicas de Corte Protestante en algunos aspectos. La idea es presentar una imagen panorámica representativa que sirva de punto de partida para propiciar diálogos sobre el asunto en consideración, no es un análisis detallado ni exhaustivo. Además, se considerará un fenómeno eclesial que en esta investigación se ha denominado “cristianismo de frontera”, allí se ubican a creyentes de cualquier rostro del cristianismo pero que no comparten la postura institucional sobre la homosexualidad de sus respectivos grupos y se expresan de manera individual conjuntamente con otros que se encuentran en las mismas condiciones de “marginalidad eclesial” que ellos.
La sospecha que mueve esta investigación es que la espiritualidad cristiana, como manera particular de interpretar la vida, influye poderosamente en la forma cómo los cristianos se relacionan y explican la sexualidad humana, de manera especial la homosexualidad. Una de las motivaciones de este trabajo es indagar acerca de los posicionamientos que cada uno de estos grupos asume en torno al tema de la homosexualidad y desde dónde lo sustenta. Este estudio pretende escarbar en el aspecto subyacente a la espiritualidad cristiana, es decir, en la epistemología que la configura, a los horizontes de sentido que la definen a fin de facilitar diálogos y acercamientos más saludables dentro de un marco de respeto, tolerancia, justicia y sobre todo amor cristiano. Hay muchos caminos, probablemente, para hacerlo, nosotros hemos privilegiado un acercamiento de carácter documental, lo cual implica el análisis de algunas fuentes primarias, específicamente, pronunciamientos que las diversas iglesias cristianas han elaborado concernientes al tema de la homosexualidad.
Hay que considerar que las iglesias de Corte Protestante y evangélico carecen de cuerpos colegiados que funjan con carácter de Magisterio, como en el caso de la Iglesia Católica, por lo que la producción de documentos que sustenten sus posturas tocantes al ámbito social o teológico no forma parte de su tradición, salvo pequeñas excepciones. La sistematización de sus posicionamientos responde más bien a situaciones coyunturales donde ven amenazadas sus creencias o consideran necesario fijar posturas, lo que las obliga a pronunciarse, de manera escrita, bien sea en nombre de alguna organización que las agrupe, o en alianza con otras iglesias que se sientan igualmente exigidas en ese sentido. Esto es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con el tema de las Uniones Civiles de personas del mismo sexo en América Latina, Canadá y Sudáfrica, que las ha motivado a expresarse públicamente por medio de cartas o pronunciamientos en contra o a favor de los proyectos de ley orientados a legalizar las uniones homosexuales.
Finalmente vale la pena señalar que cuando escribo lo hago fundamentalmente para mí. Es mi manera de pensar en voz alta y sistematizada. Es un esfuerzo desde mi peregrinaje como cristiano de lidiar desde mi fe con las dinámicas de la sociedad en la que vivo, lo cual incluye aciertos y fracasos; coraje y temor, frustraciones y esperanzas. Mis rayas siempre serán el reflejo y el producto de mis opciones teológicas, de mis encuentros con la alteridad, de mi limitado acercamiento al texto bíblico y de mi propia historia. A pesar de ello, me resisto a abrazar la fe en Jesús en categorías conservadoras o fundamentalistas ya acabadas y universales. Al contrario, me acercó a las Sagradas Escrituras y a mi realidad con todas mis limitaciones, pero también con los ojos, los oídos y el corazón bien abiertos para encontrarme con las diversas posibilidades y opciones que el Espíritu Santo y la libertad con la que fui creado me permiten. Si estas reflexiones pueden contribuir a abrir espacio de diálogos desde nuestra fe, y motivar a otros/as a buscar opciones desde el Evangelio de Jesucristo para ser sal y luz, en la construcción de sociedades más inclusivas y diversas me sentiré satisfecho.
¿QUÉ HA DICHO LA IGLESIA CATÓLICA?
La Iglesia Católica está vinculada a la cultura ibérica (España y Portugal), lo que hace que ésta esté estrechamente relacionada con las raíces históricas del continente al ser copartícipe de la colonización y desplazamiento de las culturas indígenas de América. Esto hace que la Iglesia Católica posea la mayor representatividad y arraigo en las tierras de Abya Yala y por tanto la que más ha influido en las estructuras del pensamiento socio religioso de sus habitantes (Deiros, 1992). Ella se ha posicionado en diferentes documentos generados por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, instancia que tiene como propósito la promoción y salvaguarda de “la doctrina de la fe y la moral de todo el mundo católico”. Vamos a considerar tres de los más representativos, redactados entre los años 1975 y 2005.
Declaración acerca de ciertas cuestiones de ética sexual
En 1975 la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (SCDF) emitió la “Declaración acerca de ciertas cuestiones de ética sexual” con el propósito de ayudar a los obispos ante las dificultades que en materia de sexualidad tienen que afrontar los fieles, lo que a su vez les impide adquirir “conciencia de la sana doctrina moral” y ayudar a los pastores a exponerla con eficacia.
La Declaración inicia por reconocer lo fundamental de la sexualidad en la vida del hombre y echa mano de la ciencia contemporánea para sustentar dicha afirmación. En ella se admite que la sexualidad es tema de discusión en diversos ámbitos de la sociedad como nunca antes, y sostiene que ha habido un incremento de la corrupción de las costumbres, cuya mayor expresión lo representa las exageraciones reflejadas en cuanto al tema del sexo, a tal punto que ha minado el ámbito educativo y la sociedad en general. Esta realidad, señala el documento, ha ocasionado daños en las doctrinas, en la moral y en maneras de vivir que la iglesia ha “conservado” y enseñado de tal manera que muchos cristianos se confunden en cuanto a lo que deberían considerar como verdadero o falso.
La Declaración visibiliza lo que la cotidianidad y los diversos campos del saber han comprobado: la sexualidad es un aspecto inherente y constitutivo del ser humano y que en la actualidad ha despertado preguntas que no son fáciles de responder. Ante las incertezas que esta realidad ha producido, la Sagrada Congregación propone echar mano de lo escrito en la Ley Natural y, más adelante, apunta que la dignidad humana verdadera está estrechamente vinculada con el respeto al orden natural. Los cambios que se experimentan en la sociedad están mediados, según la declaración, por principios inamovibles que van más allá de las coyunturas históricas.
La pregunta de rigor es quién o qué es la fuente de esos “principios inmutables” o dónde se pueden encontrar. La respuesta está en las leyes divinas que Dios ha dispuesto para ordenar, dirigir y gobernar el mundo y a las cuales el hombre puede acceder por medio de la razón. ¿Y dónde se encuentran esos principios? La Ley Natural, la tradición y las Sagradas Escrituras son los depósitos de estas leyes inmutables, siendo la Iglesia la instancia responsable de conservar y transmitir sin error dichas verdades. En este sentido señala el Documento:
Es un hecho que la Iglesia, a lo largo de toda su historia, ha atribuido constantemente a un cierto número de preceptos de la Ley Natural valor absoluto e inmutable, y ha considerado que la transgresión de los mismos se opone a la doctrina y al espíritu del Evangelio (nn.4).
En relación al tema de las relaciones entre personas del mismo sexo, destaca que son totalmente contrarias a la doctrina del Magisterio y al sentido moral del pueblo cristiano. Plantea una distinción entre los tipos de homosexualidad y expresa que algunas personas que tienen este comportamiento se debe a “una educación falsa… y de malos ejemplos” y que puede ser curada; otros, sin embargo, padecen de una condición patológica de nacimiento que no puede ser curada. La recomendación de la Sagrada Congregación es que, estos últimos, no deberían ser legitimados en su comportamiento a tal punto de admitir las relaciones homosexuales en condiciones iguales al matrimonio, pero hay que ofrecerles apoyo pastoral y comprensión para ayudarles con sus dificultades tanto personales como sociales. El documento fundamenta esta actitud en las Sagradas Escrituras donde la homosexualidad es condenada como una depravación y actos desordenados por naturaleza, que no se deben aprobar de ninguna manera.
La declaración concluye identificando a los obispos como los responsables de enseñar “la doctrina moral que se refiere a la sexualidad”, a pesar de la resistencia que este deber encuentra en la sociedad contemporánea; hay una necesidad de seguir trabajando para enseñar a las personas a fortalecer los postulados de la Iglesia para poder discernir lo bueno y lo útil de la sexualidad humana.
Carta a los obispos de la Iglesia Católica
En 1986, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió un documento bajo el nombre de “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales”, colocando desde el primer párrafo las razones de fondo que lo justificaban:
El problema de la homosexualidad y del juicio ético sobre los actos homosexuales se ha convertido cada vez más en objeto de debate público, incluso en ambientes católicos. En esta discusión frecuentemente se proponen argumentaciones y se expresan posiciones no conformes con la enseñanza de la Iglesia Católica, que suscitan una justa preocupación en todos aquellos que están comprometidos en el ministerio pastoral (nn.1).
La moral católica, continúa el documento, se basa en la razón humana que, a su vez, se ilumina con la fe y la voluntad de Dios, lo cual le permite asumir los avances de la ciencia y además trascender a ella. El documento señala que, a raíz de la Declaración del año 1975, se ha generado a lo interno de la Iglesia una variedad de discusiones, que ocasionaron confusión sobre lo que verdaderamente se debía enseñar acerca de la homosexualidad, fundamentalmente debido a las nuevas lecturas del texto bíblico, las cuales plantean que éste no tendría nada que decir al respecto. Por otro lado, sostiene el Documento, admitir que el texto bíblico es deudor a las culturas y épocas en las que fue escrito y que la Iglesia tiene que anunciar el evangelio a un mundo muy distinto al antiguo; no implica, necesariamente, que en el tema de la homosexualidad no haya coherencia en las Escrituras. El documento, además, señala una premisa hermenéutica al apuntar que:
Asimismo, es esencial reconocer que los textos sagrados no son comprendidos realmente cuando se interpretan en un modo que contradice la Tradición viva de la Iglesia. La interpretación de la Escritura, para ser correcta, debe estar en efectivo acuerdo con esta Tradición (nn.5).
La carta echa mano de la teología de la creación para poder explicar los problemas que la homosexualidad presenta. La creación del hombre y la mujer como varón y hembra expresan “la imagen y semejanza” de las criaturas en relación a su creador, que expresan en la complementariedad de los sexos y en la reproducción de la vida. El documento cita explícitamente los textos de Génesis 19.1-11; Levítico 18.22 y 20.13, 1 Corintios 6.9; Romanos 1.18.32, como referencias claras de la condenación moral que el texto bíblico emite contra la homosexualidad y de la negativa de pertenecer al pueblo de Dios a quienes tengan un comportamiento de esta índole. En este sentido el documento señala:
Como sucede en cualquier otro desorden moral, la actividad homosexual impide la propia realización y felicidad porque es contraria a la sabiduría creadora de Dios. La Iglesia, cuando rechaza las doctrinas erróneas en relación con la homosexualidad, no limita sino que más bien defiende la libertad y la dignidad de la persona, entendidas de modo realístico y auténtico (nn. 7).
Se advierte de manera explícita, en el documento, sobre grupos que han surgido dentro de la Iglesia que hacen presión para legitimar dicho comportamiento y catalogar como agresión la postura oficial de la Iglesia catalogándola de “injusta discriminación”, y por otra parte, rechaza las “expresiones malévolas…y … acciones violentas” de las que son objeto los homosexuales. Y recuerda que:
Sin embargo, la justa reacción a las injusticias cometidas contra las personas homosexuales, de ningún modo puede llevar a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada. Cuando tal afirmación es acogida y, por consiguiente, la actividad homosexual es aceptada como buena, o también cuando se introduce una legislación civil para proteger un comportamiento al cual ninguno puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad en su conjunto deberían luego sorprenderse si también ganan terreno otras opiniones y prácticas torcidas y sí aumentan los comportamientos irracionales y violentos (nn. 10).
La carta exhorta a los Obispos para que las pastorales que ejerzan a favor de los homosexuales estén en sintonía con la enseñanza de la Iglesia y no permitan que los programas que se desarrollan admitan organizaciones de homosexuales sin antes aclarar que este comportamiento es inmoral. No se debe guardar silencio ni mantener distancia de la enseñanza de la Iglesia como excusa para ofrecer atención pastoral, porque de ser así no se estaría ante una pastoral válida, de la cual los homosexuales requieren y a la cual tienen derecho. Los teólogos católicos deben asistir a los Obispos para que estos puedan transmitir lo que la Iglesia enseña sobre la sexualidad humana, el matrimonio y la familia en el marco del plan divino.
En consecuencia, la Congregación para la Doctrina de la Fe, cierra el documento con el imperativo de “retirar todo apoyo” a grupos que promuevan enseñanzas contrarias a la Iglesia, o “ambiguas”, incluyendo el uso de espacios religiosos o propiedades de la iglesia para el uso de estos grupos, lo cual podría ocasionar “malentendidos” y “escándalos”, lo que representa una “contradicción” con los propósitos originarios de estos espacios.
Vocación sacerdotal y homosexualidad
El propósito de este documento, como el mismo lo expresa, es “normar” la admisión de los candidatos con “tendencias homosexuales profundamente arraigadas” a los seminarios y Órdenes Sagradas. El documento recuerda la distinción que hace el Catecismo de la Iglesia Católica entre los actos homosexuales, considerados como pecados graves, inmorales y opuestos a la Ley Natural; y las tendencias homosexuales, interpretadas como desordenadas y que muchas veces representan una prueba. Los primeros no deben aceptarse bajo ningún término, mientras que los segundos, la recomendación es acogerlos evitando el estigma y la discriminación (nn. 2357-2359).
Las personas homosexuales, cuya tendencia está profundamente arraigada, no son idóneas para formarse como sacerdotes, la razón, sostiene el documento es que:
Dichas personas se encuentran, efectivamente, en una situación que obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres. De ningún modo pueden ignorarse las consecuencias negativas que se pueden derivar de la Ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas (nn.2).
En consecuencia, la Congregación para la Educación Católica sostiene que las personas que practican la homosexualidad, presentan tendencias o se consideran parte de la cultura gay, no pueden ser aceptados por la Iglesia en los Seminarios y a las Órdenes Sagradas, y si el caso fuera tendencias homosexuales de carácter transitorio, las mismas deben ser superadas en los primeros tres años antes la de Ordenación diaconal. La homosexualidad es signo de la inmadurez afectiva del candidato, lo que es contrario a las cualidades exigidas por la Iglesia a quienes quieran formarse como sacerdotes.
Hay una solicitud expresa a las diversas autoridades de los centros de formación a que los candidatos al sacerdocio no presenten desajustes sexuales, es decir, sean homosexuales, quienes deben disuadirlos a abandonar su deseo de ser ordenados, por carecer de la idoneidad que la Iglesia exige.
Después de visitar Brasil (El País, 2013), en una improvisada rueda de prensa en el avión que lo trasladada hasta Roma, el papa Francisco, ante una pregunta sobre escándalos sexuales y el llamado “lobby gay” en el Vaticano, se refirió al tema de la homosexualidad alegando que “si las personas gays buscan a Dios y tienen buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlos?”. La pregunta del Papa retórica dio la vuelta al mundo y fue titular en muchos diarios de la prensa internacional dando la “impresión” que el máximo líder de la Iglesia Católica estaba proponiendo nuevas relaciones y actitudes hacia los grupos sexodiversos. El asunto es que la prensa, como es su costumbre, extrajo una frase de su contexto con la idea de hacerla decir lo que su autor, probablemente, no tenía en mente. El Papa dice que si “buscan a Dios y tienen buena voluntad”, entonces ni el Papa los puede juzgar. La posición de Francisco está alineada a la que ya el propio Catecismo de la Iglesia y los documentos acá tratados, promueven y sostienen. No discriminarlos por su orientación sexual y acogerlos en el seno de la Iglesia; pero buscar al Señor y tener buena voluntad seguro significa “renunciar” a las prácticas homoafectivas.
Si bien el Papa ha dado muestras de cierta apertura en diversos temas espinosos, la visibilización verbal de los mismos no debe confundirse, hasta ahora, con cambios de fondo en los postulados de la Iglesia, aunque es importante aprovechar la coyuntura para iniciar debates, reflexiones y propuestas que sí tengan repercusiones más estructurales.
¿QUÉ HAN DICHO LAS IGLESIAS DE CORTE PROTESTANTE?
Cuando hacemos referencia a iglesias de Corte Protestante, se está pensando en los grupos que surgieron como producto directo de la Reforma del siglo XVI bajo el liderazgo teológico de Martín Lutero, en Alemania; Juan Calvino en Ginebra y Zwinglio en Suiza, entre otros; o que posteriormente asumieron los postulados de los reformadores en su dinámica eclesial. Estas iglesias se configuran a partir, por lo general y no de manera exclusiva, de la espiritualidad, hermenéutica y producción teológica que ocasionó el Cisma que se inició en octubre 1517, cuando Lutero coloca en la puerta de la catedral Wittembergr, el twitter de la época, sus 95 tesis para ser discutidas. Las iglesias de tradición reformada representan un universo plural y diverso, su organización y estructura varían de un país a otro o de un continente a otro, sus posturas solo representan a los concilios, instancias u organizaciones que las integran en sus respectivos países; sin embargo, poseen en común la teología heredada de los reformadores del siglo XVI, lo que hace que, generalmente, sus posturas sean más progresistas que otras confesiones cristianas.
Declaración de las Iglesias Evangélicas del Río de la Plata
En el marco de la discusión en el parlamento argentino de un proyecto de ley sobre matrimonio entre personas de un mismo sexo, en el 2010, la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP) y la Iglesia Evangélica Luterana Unida (IELU), por medio de una Declaración pública toman posición al respecto.
Desde el primer párrafo la Declaración toma distancia de grupos que asumen la prerrogativa de hablar en nombre de todos los cristianos argentinos y presenta un posicionamiento de carácter alternativo, al afirmar que “no es lo que somos o hagamos los seres humanos lo que define nuestra situación delante de Dios, sino lo que Dios hizo en Jesucristo en favor nuestro” (nn.1). Inmediatamente subraya que la orientación sexual no es criterio que pueda emplearse para definir la relación de una persona con Dios, y que no se puede hacer esto sin caer en un grave error.
El documento destaca que no puede haber un desconocimiento de derechos sustentado en la orientación sexual o en la identidad de género, y que ante Dios todos los seres humanos compartimos la misma dignidad. Así el documento se desmarca de otras posturas al establecer los derechos humanos y la gracia de Dios en Jesucristo como claves en la aproximación de la sexualidad humana.
La Declaración insiste en que no hay obra o cualidad humana que determine la pertenencia o no a la Iglesia, y que es sólo a través de la fe que se puede establecer una nueva identidad, la cual relativiza todas las anteriores, bien sean de carácter étnicas, sociales, sexuales o de cualquier tipo. Para estas iglesias “el matrimonio es una institución exclusivamente de orden civil, sujeta desde sus inicios a cambios y transformaciones a partir de la situación histórica y específica de las sociedades en que se desarrolló” (nn.3), esto implica que es una institución dinámica y no estática sujeta a cambios que garanticen de la mejor manera el marco de convivencia de los contrayentes.
El documento cita Mateo 22.34-40 para afirmar que la comunidad matrimonial y familiar están sustentadas en el amor a Dios, al prójimo y a sí mismo y no en un recurso de orden civil como lo es el matrimonio heteronormativo, que en definitiva no puede ser la base totalizante que fundamente una convivencia saludable, lo cual exige un encuadre distinto y dinámico.
Estas iglesias ven con buenos ojos la legislación acerca de las uniones civiles entre homosexuales e interpretan esta acción del Estado como legítima y necesaria para “reparar situaciones de injusticia y discriminación sufridas por minorías en nuestra sociedad” (nn.4). Y, finalmente, expresan su apoyo a la medida la cual busca garantizar y reconocer los derechos de personas que han sido marginadas, y en consecuencia como iglesias se debe trabajar por un mundo más inclusivo y justo, además de obligarnos a leer nuestra misión y vida a la luz de “la Palabra de Dios” con espíritu crítico.
Los anglicanos de Sudáfrica y la orientación sexual
En diciembre de 1997, la Comisión Teológica Anglicana Sudafricana preparó un informe acerca de los anglicanos y la orientación sexual, avalado por el sínodo de obispos para su estudio. El documento es bastante extenso, acá sólo se resaltan aquellos aspectos que están dentro de los propósito de esta investigación.
El rechazo por las personas homosexuales, dice el informe, es un pecado que la Iglesia ha cometido a lo largo de la historia y que además pudiera ser el reflejo de temores o proyecciones de aquel que rechaza. El documento considera que “la orientación sexual es un aspecto de la personalidad profundamente enraizado en ella, en que inciden muchos factores” (nn.3), y que los cristianos deben acercarse al tema desde la sensibilidad, que busca comprender, más que reforzar el prejuicio, entendiendo que la homosexualidad ha estado presente en todas las culturas, con sus propias especificidades, a pesar de las represiones y negaciones.
En este orden de ideas, vale la pena recordar lo que apunta la teóloga argentina Diana Rocco (2011), quien sostiene que las relaciones homosexuales en la antigüedad no eran tenidas por conductas anormales, ni en Grecia ni en la Roma Imperial; incluso en ambas culturas se veían a sí mismos como bisexuales sin mayores complicaciones. Un ejemplo clásico es el anuncio que precedía cuando los romanos conquistaban una ciudad: “Padres guardad a vuestras hijas que ya viene el César…” (pp.26, 27); mientras que cuando invaden Bitinia, Julio César es conquistado amorosamente por su rey, por lo que los soldados le llamaban la reina de Bitinia.
El informe dedica un apartado al tema de -la Biblia y la homosexualidad, y allí se plantea que los preceptos bíblicos están mediados culturalmente y las diversas lecturas que se tienen de las Sagradas Escrituras, desde el literalismo hasta los que plantean relecturas de los textos de acuerdo a los nuevos contextos culturales.
En relación a los textos que generalmente se usan para condenar la homosexualidad, el documento señala:
En Génesis 19.1-29 y Jueces 19.22-30, el pecado a causa del cual los hombres son castigados, no es las relaciones homosexuales por consentimiento, sino el abuso homosexual, la violencia y (en el pasaje de Génesis), en la hospitalidad hacia el extranjero, la crueldad contra el indefenso. El comentario del texto de Génesis en Ezequiel 16.49-50, así lo aclara. El hecho de que, en el pasaje bíblico no haya comentarios sobre la crueldad hacia la concubina en la historia de Jueces, lo hace, en todo caso, un texto difícil de usar (nn.4).
En el caso de Levítico 18.22 y 20. 13 son prohibiciones que se encuentran en un contexto de leyes de pureza para Israel, que además incluyen reglas para alimentos, menstruación, de no raparse la cabeza, entre otras, y que Jesús va a cuestionar (Marcos 7. 1-23) y a privilegiar “la ley del amor” (Marcos 12.28-31); por otro lado, para el apóstol Pablo el matrimonio es “algo natural y la homosexualidad como antinatural (Romanos 1. 26-27); y, en Romanos 2. 14, parecen estar los fundamentos para un concepto de “Ley Natural”; pero igualmente para Pablo, un hombre de cabello largo y una mujer de cabello corto, son antinatura, dice el informe. Otro pasaje que el informe destaca es el de 1 Cor. 6.9, el cual es un texto de difícil interpretación debido a la palabra arsenokoitai (tradicionalmente traducida en las diversas versiones de la Biblia como “homosexuales” y que literalmente significa “suave”) que no es de fácil traducción por no saber lo que realmente se quiso decir con ella.
Iglesia Unida de Canadá: hacia la plena inclusión
En el año 2012, la Iglesia Unida de Canadá decidió sistematizar el proceso que dicha organización ha recorrido en torno a su posición sobre la Orientación Sexual, como testimonio de diálogo fraterno a pesar de las diversas posturas internas que conviven en su seno.
En un extenso Documento titulado “Hacia la Plena Inclusión”, el cual recoge el desarrollo histórico acerca de cómo se ha tratado el tema de la homosexualidad a su interior, la Iglesia Unida de Canadá expresa su posicionamiento actual. Dicho documento, desde su primera página señala que:
…independientemente de su orientación sexual, todas las personas que profesen fe en Jesucristo y obediencia a él, son bienvenidas a ser o a convertirse en miembros plenos de la Iglesia Unida de Canadá y todos los miembros de la Iglesia Unida de Canadá son elegibles para ser valorados para el ministerio ordenado. (p.4).
En este caso, la homosexualidad no se interpreta como condición, pecado o anormalidad, sino como “orientación sexual”, lo cual no representa ningún impedimento para formar parte en plenitud de la Iglesia, ni tampoco para ejercer cargos dentro de la misma. El Consejo General de la Iglesia votó a favor del cambio de las leyes civiles para permitir el reconocimiento de uniones de personas del mismo sexo, a pesar de la resistencia de algunos pastores y congregaciones, sin que esto representara una postura unánime de las iglesias miembros pero sí mayoritaria.
El Documento reconoce el abanico de posibilidades que tiene lugar dentro de la sexualidad humana que no se corresponden a la heterosexualidad, tales como gays, tanto mujeres como hombres, bisexuales y transgéneros. La aceptación de la diversidad sexual dentro de la Iglesia ha recorrido un largo proceso histórico a través del cual se ha ido construyendo, no sin incluir cambios a nivel teológicos, que han ido superando el rostro de un “Dios de juicio” a un “Dios misericordia”, de la misma manera trasformaciones en la forma de concebir el texto bíblico que pasó de la memorización de los pasajes de la Biblia hacia la reflexión sobre éstos a la luz de nuestras experiencias de vida, lo cual ha conllevado también a que la toma de decisiones sea más consultiva en lugar de autoritaria.
Como toda Iglesia Cristiana en la Iglesia Unida de Canadá la Biblia juega un papel importante en su dinámica de comprensión de realidades tales como la homosexualidad, y reconocen el legado hermenéutico heredado de John Wesley para la toma de decisiones: la escritura, la tradición, la experiencia y la razón, donde la Biblia es fuente de verdad pero la tradición y la razón contribuyen a interpretarla y a “revelar la verdad”.
Después de un largo transitar histórico, el Documento concluye diciendo:
En la medida en que la Iglesia continúa aprendiendo de las experiencias de vida de sus miembros, en que el espíritu continúa moviéndose a través de nuestras tradiciones y la historia y la razón influyen sobre nuestro futuro, nuestra comprensión de las Sagradas Escrituras y de su significado para nuestras vidas continuará creciendo y evolucionando (p.54).
Todo este proceso de recomprensión de la diversidad sexual a la luz de la fe cristiana no ha sido algo dado y acabado dentro de la Iglesia Unida y tampoco se ha producido sin dolor y diferencias, pero es una necesidad que se ha decidido asumirá a pesar de las controversias, riesgos y temores que ha generado. De esta manera, la Iglesia Unida de Canadá reconoce y valoriza la dinámica social, cultural y jurídica sometida a múltiples movilidades y a diversos factores que obligan a replantear la lectura de la Biblia, y proponer una teología más contextual para garantizar su pertinencia.
¿QUÉ HAN DICHO LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS?
Las iglesias evangélicas en América Latina han heredado, en su mayoría, una teología de corte fundamentalista y antiecuménica, como resultado del trabajo misionero del siglo XIX de misioneros cristianos provenientes, principalmente, de los EEUU, y cuya teología, espiritualidad y hermenéutica diferían de las Iglesias Reformadas, por considerar que éstas eran muy liberales en sus propuestas y además muy parecidas a la Iglesia Católica. Estas iglesias se caracterizan por una fuerte valoración del texto bíblico que sirve de guía para la vida en su totalidad, y sus palabras son interpretadas mayormente de manera literal, siendo no solo medio para la defensa de la fe, sino “objeto de fe”. La Biblia representa el máximo símbolo de la fe, el cual es tangible y al cual todo ser humano puede acceder (Bonino, 1995). El abanico de estas iglesias es muy extenso, algunas se agrupan en organizaciones que les da cierta identidad, mientras que otras hacen vida de manera independiente, pero en el fondo consciente o inconscientemente todas comparten este acercamiento a las Sagradas Escrituras.
Alianza Cristiana de iglesias evangélicas de la República Argentina (ACIERA)
En el año 2003, surgió en Argentina un debate acerca de la homosexualidad que propicio una variedad de pronunciamientos públicos y posicionamientos, desde los diversos sectores de la sociedad, incluyendo el sector evangélico, el cual se expresó a través de uno de sus rostros institucionales como lo es ACIERA.
En el documento titulado “Homosexualidad: reafirmando valores evangélicos”, se advierte que quienes avalan la homosexualidad, lo hacen desde posicionamientos que no se corresponden a la doctrina del cristianismo, lo que ha llevado a esta organización a realizar estudios e investigaciones con un equipo interdisciplinario por la complejidad del tema, y desde la moral cristiana. Reconocen y defienden que su posicionamiento ante el tema tiene como base las Sagradas Escrituras, la cual debe interpretarse correctamente y no como ha ocurrido:
…en los últimos tiempos [que] ha surgido una exégesis de las Sagradas Escrituras cuya hermenéutica intenta establecer que la Biblia no condena la homosexualidad o que en algunos casos aun la aprueba. Tales opiniones, gravemente erróneas y desorientadoras, requieren nuestra absoluta reprobación, por lo que debemos declararlas abiertamente como falsas enseñanzas, que manipulan la Palabra de Dios para pretender confirmar lo que esta jamás expresó (p.3).
Por otra parte, el documento afirma que los actos homosexuales son “intrínsecamente desordenados” y “contrarios a la Ley Natural”, la cual exige en todo acto sexual la reproducción de la vida, un resultado imposible para los homosexuales, razón por la cual no pueden ser aprobados por la Iglesia bajo ninguna circunstancia. ACIERA reafirma su firmeza en esta postura, donde no podrá ser alterada ni por las leyes o las modas de los tiempos modernos. Pero esta postura no implica que, como iglesias, no se exprese repudio ante actos de violencia e injusticias contras las personas homosexuales, tampoco quiere decir que “la condición de la homosexualidad no sea desordenada”, afirma el documento. Además, el texto invita a los líderes pastorales a ayudar en la orientación de las personas homosexuales de acuerdo a la doctrina cristiana y la Palabra de Dios y que reciban la atención que requieren y a la que tienen derecho.
Años más tarde, ACIERA volverá a pronunciarse a través del documento titulado “Postura de ACIERA respecto al matrimonio y la homosexualidad”, en el marco del debate generado por los proyectos de Ley de Matrimonio Homosexual del año 2009. En este documento vuelven a reafirmar que su postura está sustentada en la Biblia, y que el matrimonio en todas partes ocurre entre un hombre y una mujer para formar familias que se convierten en la “unidad fundamental de la sociedad”, de allí que las uniones homosexuales pongan en peligro la propia subsistencia de la sociedad.
Finalmente, el documento invita a sostener los valores que engrandecieron a la nación y a no relativizar la moral, y para ello es necesario una “revolución moral” y en esto la Biblia es fundamental porque ella muestra “los principios y conductas que debemos seguir para garantizar el éxito actual y futuro de nuestra sociedad”, concluye ACIERA.
El obispo de la Iglesia Cristiana Pentecostal de Chile
En septiembre de 2011, en una entrevista ofrecida en ADN radio Chile, el obispo Hédito Espinoza expresó su postura y la de su iglesia en relación al tema de la homosexualidad, la cual despertó diversas reacciones en Chile. En esa oportunidad el obispo afirmó que han tenido muchos casos de personas que han cambiado y han sido libres de ese problema de homosexualidad y que eso, realmente, tiene un remedio desde el punto de vista de Dios, porque para Dios nada es imposible. Y agrega:
Nosotros tenemos tantos testimonios que creemos que para Dios todas las cosas son posibles, o lo que es imposible para nosotros es posible para Dios, entonces esa es la fe que nosotros proclamamos y creemos que tales personas pueden cambiar, porque yo sé que están sufriendo por su condición (p.1).
Después de emitir todas estas afirmaciones de anormalidad, enfermedad y curaciones acerca de las personas homosexuales, el obispo sostiene que no son homofóbicos y que las iglesias están dispuestas a recibirles ya que sabe que las personas homosexuales han sido maltratadas e incluso abusadas por su propia familia, lo que les ha generado muchas heridas y la Iglesia quiere apoyarlos.
Entre otras cosas, expresó que “la homosexualidad es una enfermedad y que eso tiene un remedio desde el punto de vista de Dios”. El obispo se remite al texto bíblico para decir que Dios creó a un hombre y a una mujer, y que todo lo que va en contra de este designio natural es “totalmente anormal” y genera conflictos sicológicos en los niños adoptados que tienen contacto con personas homosexuales que le expresan afecto. La homosexualidad, según él, es consecuencia de la pérdida de los valores de la familia y los principios morales, y tenemos el compromiso de seguir luchando para que la historia no nos pueda juzgar por no hacer nada a favor de los fundamentos morales de la sociedad, concluyó.
Alianza Cristiana y Misionera del Perú (ACMP) se pronuncia contra la Unión Civil
En el marco del debate sobre el proyecto de ley de Unión Civil entre personas del mismo sexo en Perú, algunas iglesias también se posicionaron y el 24 de abril de 2014, la ACMP se sumó al debate con un pronunciamiento donde fijaron postura.
El documento inicia haciendo referencia a la familia, como el resultado natural entre la unión de un hombre y una mujer, por lo que las uniones civiles entre personas homosexuales va en contra de este orden natural y desvirtúa su fin de complementariedad y de procreación. Así como el derecho que tiene todo niño a tener una madre y un padre, lo cual estaría en grave peligro si se aceptan las Uniones Civiles y se equiparan al “matrimonio Natural”. Esta posición, alegan, se encuentra anclada firmemente en las Sagradas Escrituras.
El pronunciamiento subraya el rechazo, la violencia y la persecución contra las personas de orientación homosexual y que la verdadera humanización del derecho no implica subvertir los valores, el orden, principios naturales y trascendentes de la familia. La declaración expresa que las minorías deben respetarse, pero que éstas no deben imponerse sobre las mayorías, de tal manera que las Uniones Civiles “devienen en ‘discriminación positiva”; a saber, privilegia el "estado afectivo’ entre personas del mismo sexo en detrimento de otros que no contarían con los mismos derechos”, lo cual, según esta postura, atenta contra el concepto de igualdad que la Constitución proclama defender.
Por otro lado, llaman a que el Estado Laico respete las creencias de todos, incluyendo las religiosas, y que “todo culto religioso” tiene derecho a expresar su opinión, tanto dentro de sus comunidades eclesiales como en el espacio público, y que no se pude obligar a los ciudadanos a actuar en la vida pública “de espaldas a sus convicciones religiosas”.
Finalmente, apunta que el abandono de los principios de familia y matrimonio, en nombre de la igualdad y la humanización del derecho, lanza a la sociedad a un relativismo que le impide el acceso a la verdad y lo verdadero al subvertir “principios naturales y trascendentes de la familia”.
¿QUÉ SE HA DICHO DESDE LAS FRONTERAS DEL CRISTIANISMO?
Como ya se ha señalado anteriormente, el paraguas del cristianismo en la actualidad acoge a una variedad de grupos, que va desde las confesiones más tradicionales como católicas protestantes y evangélicas, hasta nuevas expresiones que se bifurcan constantemente y se hace una tarea casi imposible seguirle la pista. Otra realidad del cristianismo contemporáneo es la dificultad para establecer los límites que marcan las diferencias teológicas y doctrinales entre las diversas iglesias, algo que era bastante claro en el siglo XX.
En este nuevo entramado que presenta el cristianismo contemporáneo, es notorio identificar también a un grupo, no pequeño, de cristianos que sin dejar sus estructuras eclesiales naturales, asumen posicionamientos diferentes a los de la oficialidad y los expresan de manera pública. Hay cristianos y cristianas que hacen vida bien sea en la Iglesia Católica o en alguna organización reformada, evangélica en cualquiera de sus expresiones, y no siempre comparten algunas de las posturas teológicas o doctrinales de las mismas y expresan su posicionamiento en otros espacios, generalmente de corte ecuménicos o interreligiosos que les permiten a su vez compartir visiones, acciones y compromisos con otros en sus mismas condiciones.
Creyentes por la Unión Civil
En el 2014, un grupo de cristianos que hacen vida en diversas iglesias cristianas del Perú como la wesleyana, luterana, metodista, anglicana, católica, veterocatólica y evangélicas, suscribieron un documento tomando postura ante el debate que se estaba dando en el país sobre las Uniones Civiles.
La declaración titulada Creyentes por la Unión Civil inicia reconociendo que hay diferentes maneras de creer, así como también diversas “identidades culturales, sexuales y políticas” (p.1), y desde esa realidad se posicionan a favor de este casamiento “no matrimonial entre personas del mismo sexo”. Ante quienes consideran que este tipo de legislaciones atenta contra la familia y el matrimonio, los firmantes del documento consideran que no es cierto y que la intencionalidad es regular jurídicamente situaciones de injusticia; y además, agregan que:
…la Unión Civil es una figura jurídica que corresponde al derecho civil del Estado y no al ámbito del derecho eclesiástico. Por ende, las consideraciones dogmático-teológicas o los intereses confesionales son irrelevantes para conferirle validez, ya que su radio de acción no es el de las iglesias o comunidades religiosas sino el de la sociedad civil (p.1).
No es posible, argumentan, que sociedades complejas y diversas sean reguladas bajo las doctrinas de un credo específico, por lo que valoran positivamente estas iniciativas jurídicas que buscan garantizar los derechos humanos y el respeto de la dignidad de los y las ciudadanas gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersex (GLBTI). El texto continúa expresando su rechazo contra los discursos homofóbicos y de odio que muchas veces se generan desde el campo religioso e invita a las diversas iglesias a ser consecuentes con los principios de amor y solidaridad hacia todos y todas, sin ninguna distinción.
El documento aclara que el ámbito de discusión y competencia de este tipo de proyectos corresponde al ámbito civil y no eclesiástico, lo cual no impide la participación de las comunidades religiosas en dicho debate, pero la misma debe hacerse como una “voz entre muchas, sin pretender imponer sus credos particulares como doctrina o moral única sobre el resto de la sociedad” (p.1). La Declaración concluye haciendo una invitación a participar en el debate a todos los cristianos del país con sabiduría y sin prejuicios, tanto dentro como fuera de los ámbitos religiosos.
Organizaciones Basadas en la Fe (OBF) de Venezuela
Es importante, también, visibilizar lo que ha estado ocurriendo desde el año 2011 en Venezuela, donde personas procedentes de diversas iglesias e instancias religiosas tales como anglicanas, veterocatólicas, católicas, evangélicas, presbiterianas, Mesa Nacional del CLAI, convocadas por la pandemia del VIH han comenzado a reflexionar conjuntamente acerca del papel de la Iglesia ante esta realidad y desde entonces han emitido algunas declaraciones al respecto, en las cuales se deja ver, igualmente, algunos destellos acerca de su lectura sobre la diversidad sexual.
En su primera Declaración del 2011, expresan su compromiso en la construcción de redes para apoyar a las personas de la Diversidad Sexual, para lo cual se requiere formación, a partir de la promoción y defensa de los derechos humanos, basados en los principios de corresponsabilidad, sinergia y complementariedad (Mc. 9. 38-40)” (p.31). En el 2012, las OBF reconocen que hay patrones culturales y religiosos que legitiman el machismo y que sólo reconocen a la heterosexualidad como la única orientación aceptable, la cual favorece la elección forzada de parejas “y desconoce la existencia y los derechos de otros grupos de la diversidad sexual que no entran dentro del patrón heterosexual obligatorio” (p.32). Más adelante destacan que:
Nos encontramos en un momento histórico en el cual la sexualidad humana ha comenzado a entenderse como expresión de la afectividad, como espacio de disfrute y de encuentro, y al interior de nuestras comunidades eclesiales como compromiso con la reproducción de la vida, regalo del Dios Creador (Gn 1, 27-31b) (p.32).
Las OBF admiten del desconocimiento que se tiene en el campo religioso acerca de la sexualidad humana, que sumado a los tabúes y desinformación dificultan un acercamiento saludable al tema. Esto produce estigma y discriminación hacia las personas de las llamadas “minorías sexuales”, y por otra parte, las dificultades que los grupos religioso han tenido para comprender la realidad de la Diversidad Sexual, personas a quienes reconocen como “sujetos de derechos, creados a imagen y semejanza de Dios” (Jn 9)(p.34,) y que son invisibilizadas en los discursos que se construyen en las comunidades eclesiales.
En el 2013, las OBF dedicaron un párrafo en su declaración sobre la sexo diversidad y se comprometieron a “ofrecer espacios de encuentro con personas de la diversidad sexual para compartir la vida y la fe en el Dios amoroso que se vive entre los excluidos, y así poder crear lazos de solidaridad y comunión” (p.2). De igual forma a estrechar lazos con las organizaciones de la Diversidad Sexual para el diálogo y acciones conjuntas para promover la inclusión y el reconocimiento. En su encuentro del 2014, señalaron que la diversidad sexual demanda de las OBF mayor participación y por la complejidad del tema es imperativo formar a las iglesias al respecto, así como también asumen que esta realidad cuestiona la fe, la hermenéutica bíblica y “la manera de ser Iglesia”, entre otros aspectos .
¿QUÉ REVELAN ESTOS DATOS?
Hagamos un ejercicio para intentar sistematizar y organizar, a partir de los diversos pronunciamientos, los elementos y aspectos que determinan en gran manera las lecturas divergentes sobre la homosexualidad desde el paraguas del cristianismo. ¿Cuáles son los fundamentos sobre los motivos que estos grupos se posicionan ante la realidad de la homosexualidad? ¿Cuáles son los criterios de comprensión que subyacen en el imaginario religioso cuando se aborda esta temática? ¿Qué hace que las iglesias y grupos cristianos se posicionen en aceras diferentes? Todos los documentos, cartas, declaraciones y pronunciamientos señalados con anterioridad construyen su discurso, bien sea favor o en contra, alrededor de categorías, en general, comunes pero con acercamientos diferentes que subyacen en sus narrativas y las constituyen.
El aspecto de la diversidad: no hay una postura univoca desde el cristianismoLas iglesias cristianas tienen comprensiones diversas acerca de la homosexualidad
Las posturas a favor y en contra de las relaciones homoafectivas que “conviven” bajo el paraguas del cristianismo, tienden a alinearse bajo dos puntos de vistas fundamentalmente, y en ellas participan cuatro grupos con sus especificidades internas, pero que comparten los criterios centrales de estar a favor o en contra. En consecuencia, se tiene que la Iglesia Católica y las iglesias evangélicas de corte más conservador comparten no sólo su posicionamiento en contra de la orientación homosexual, sino que también coinciden en los fundamentos que lo sustenta. Las iglesias de Corte Protestante y los grupos de fronteras, de la misma manera, concuerdan en reconocer la homoafectividad como una relación legítima y lo hacen desde los mismos postulados epistémicos.
La posición de la Iglesia Católica en relación a la homosexualidad se encuentra mucho más elaborada y sistematizada que el resto, esto responde a razones históricas, pero también a la estructura de carácter piramidal que posee dicha Iglesia, lo que le permite emitir documentos de carácter vinculante por medio de instancias colegiadas reconocidas para tales fines. Este peso histórico que signa a la Iglesia Católica y el fuerte arraigo en la cultura occidental, es lo que hace que sus posturas también incidan fuertemente más allá de sus fronteras religiosas, alcanzando a grupos evangélicos, protestantes, e incluso a quienes se autodefinen como no creyentes.
Todos los grupos coinciden en que las personas homosexuales deben ser tratadas con respeto y sin discriminación, reconociendo su dignidad humana; sin embargo, es evidente que la interpretación que se tiene de “dignidad humana” varía entre los que se oponen y los que están a favor. Para algunos grupos más radicales la homosexualidad es una enfermedad, que tiene cura y para los más moderados una anormalidad que se debe vivir sin ejercerla. Otro elemento común, es el reconocimiento que todas las iglesias y grupos hacen acerca de la complejidad de la sexualidad humana y de la necesidad de formación en los ámbitos religiosos, donde muchas veces se opta por un silencio que “invisibiliza” dicha realidad, y en otros casos, el abordaje no siempre es el más adecuado.
El aspecto hermenéutico: no hay una interpretación univoca. Las iglesias cristianas se acercan al texto bíblico con hermenéuticas diferentes
La Biblia ocupa un lugar privilegiado y fundamental en todos los grupos del cristianismo, ella funciona como elemento común e integrador, aunque la manera de cómo se asume como libro sagrado e interpreta, difiere de una iglesia a otra, dando como resultado que los acercamientos hermenéuticos van a marcar, inconscientemente en muchos casos, los sustentos y argumentos que validarán los posicionamientos en relación a cualquier tema, incluyendo al homosexualidad. No todos leen la Biblia de la misma manera
Mientras algunos se acercan al texto bíblico como un depósito de verdades y principios dados directamente por Dios a toda la sociedad para ser guardados y cumplidos, por lo que se consideran postulados absolutos que transcienden la geografía y la historia humana, otros, consideran que la Biblia debe ser interpretada tomando en cuenta los contextos socio-históricos en los que fue dada, ya que su contenido responde a situaciones particulares muy distintas a las actuales, lo que amerita un proceso dinámico de relecturas que no se absolutizan ni les da carácter universal.
El primer acercamiento, inconscientemente, promueve una hermenéutica literalista y selectiva cuando se trata de defender el patrón heterosexual de la sociedad, por eso el texto del Génesis debe ser considerado como fundante en la discusión y los términos “varón y hembra” se revalorizan como contundentes a la hora de cuestionar la homoafectividad, pero por otro lado, no defienden que el origen de la mujer “literalmente” fue la “costilla de un hombre”, y esto va a ocurrir con el resto de textos que se emplean y citan en la argumentación, es a esta manera de leer el texto que llamamos acá hermenéutica literalista selectiva. El segundo acercamiento reconoce la autoridad de la Biblia, pero también la mediación socio-cultural de sus contenidos y propone una hermenéutica menos literal, pero sí de diálogo entre el contexto del texto y las realidades contemporáneas. La Biblia se le considera Palabra de Dios en la medida que ésta promueve la dignidad y humanización de las personas y no per se. Es una hermenéutica de la vida y no es bibliolátrica.
El aspecto de la Ley Natural: no hay una ley univoca. Las iglesias cristianas tienen una comprensión diferente acerca de la Ley natural
La Iglesia Católica ha desarrollado y promovido muy bien la categoría de Ley Natural, la cual habita, según esta postura, en la mayoría de los cristianos sin ni siquiera tener conciencia de ello. En los documentos ya mencionados, la Ley Natural tiene que ver con preceptos de orden y sabiduría que el mismo Dios ha colocado en los seres humanos y a la cual se tiene acceso por medio del conocimiento o la razón; asimismo, la Ley Natural es absoluta y forma parte de la naturaleza humana en general y su aplicación no depende de situaciones históricas particulares, sino que las trasciende.
La preservación, interpretación y promoción de esta ley es responsabilidad de la Iglesia por encargo de Dios, por tanto esta Ley Natural plantea la heteronormatividad como el único modelo de relaciones, lo que convierte a la homosexualidad como una relación “contranatura” y por lo tanto una amenaza para el orden establecido por el creador. Este argumento también ha sido acogido por grupos evangélicos quienes se oponen a la homosexualidad haciendo uso de estos mismos razonamientos.
Esta categoría no es determinante para las iglesias de corte protestante y grupos ubicados en las fronteras institucionales a la hora de construir sus posicionamientos, al contrario, expresan sus críticas a este tipo de razonamiento al que se considera más de orden filosófico y helénico que teológico. Desde este lado de la acera, se entiende que la llamada Ley Natural no sones más que construcciones sociales, que a lo largo de la historia se ha usado para legitimar relaciones de desigualdad por grupos hegemónicos. Lo que es natural para algunas sociedades o pueblos no lo es para otros, por lo que no admiten principios eternos universales e inmutables debido a que todos los comportamientos están condicionados culturalmente.
El aspecto de la familia: no hay un modelo univoco. Las iglesias cristianas tienen concepciones diversas acerca de la familia
La familia es otra instancia a la que de manera recurrente se echa mano para desmontar los discursos a favor de la homoafectividad ya que ésta es “por naturaleza” heterosexual, lo cual garantiza la reproducción como objetivo principal del matrimonio, y que es imposible cumplirlo por parejas homosexuales. Mientras la Iglesia Católica y Evangélica tienen una comprensión univoca de la familia expresada en un modelo único, conformada por un hombre y una mujer, las otras iglesias y grupos también defienden la importancia de la familia, pero entendiendo que ésta se expresa de diversas maneras y no de forma exclusiva, de tal forma que las relaciones no heterosexuales representarían una de esas expresiones.
En este caso, lo que está en discusión no es la familia como organización, sino la imposición de un modelo que se asume como natural y se legitima como absoluto en nombre de Dios, o el reconocimiento de la diversidad humana y de las múltiples configuraciones familiares marcadas, no sólo por el elemento de las relaciones homoafectivas o heterosexuales, sino también por otros de otras índoles, que causan menos escándalo. Para algunos, la familia es una institución instituida directamente por Dios, fundamentalmente heterosexual, cuyo fin último es la procreación; otros, valoran la familia como espacio fundamental de toda sociedad, pero entendida ésta como una construcción cultural sometida a las variantes socio -históricas, que incluso se reflejan en la misma Biblia en la diversidad de modelos de familia que en ella se pueden encontrar. El cómo se interpreta el concepto de familia es lo que marca la diferencia entre unas iglesias y otras y no tanto la importancia de la misma en la que todos coinciden.
El aspecto de la dignidad humana: el pundonor no es univoco. Las iglesias cristianas defienden la dignidad humana desde distintos posicionamientos
Por otra parte, la categoría de dignidad humana que se emplea mucho en diversos campos del saber, es el equivalente a la categoría teológica de “imagen y semejanza de Dios”, la cual es más común en el campo religioso. La idea en el fondo es que el valor humano está por encima de cualquier interpretación que se tenga del mismo, porque todos proceden de un mismo creador que es Dios y todos llevan su “marca” sin importar lo que son o hacen. Como es de esperar, la comprensión acá también es diferente, mientras para los primeros una persona es digna en la medida que más se acerca a los preceptos de la Iglesia y a los principios de la Ley Natural y construye familias según el modelo tradicional, para los otros la dignidad trasciende al cumplimiento de normas y principios y es inherente a todos los seres humanos no estando mediada por criterios ni políticos, socioeconómicos ni religiosos y menos sexuales.
Se puede inferir del contenido de los documentos considerados que hay un interés en destacar la igualdad de las personas al nacer, y de su estrecha vinculación filial con el creador de todas las personas. Esto es, en términos religiosos, la dignidad humana plasmada en el hecho de que todos y todas llevan consigo la “imagen” de Dios; sin embargo, para algunos grupos el énfasis está en la dignidad basada en la igualdad, mientras que para otros la dignidad también implica la diversidad.
En conclusión, se puede notar que estos acercamientos también reflejan un tipo de espiritualidad, cada una desde los posicionamientos asumidos. Por una parte, una espiritualidad que se concibe como la obediencia a ciertas normas ya preestablecidas que no aceptan ningún tipo de cuestionamientos y que anula al sujeto como tal a quien convierte en objeto de sumisión, y los que la entienden como construcción creativa a partir de las realidades de conflicto que se dan en las relaciones y donde la Biblia como historia de Vida se lee a la luz de las historias de vida contemporánea, y viceversa, y donde la experiencia concreta está por encima de leyes inmutables y eterna. Al final es esta espiritualidad o es el tipo de espiritualidad que se viva la que va a determinar la convivencia entre el cristianismo y la sexodiversidad, como sujeto emergente y cuestionador del orden establecido, especialmente el religioso.
CONSIDERACIONES Y PISTAS FINALES
Hasta ahora hemos hecho un acercamiento panorámico acerca de las posturas más representativas de los cristianos sobre el tema de la homosexualidad, en el marco de las leyes sobre Uniones Civiles que en los últimos años se han venido discutiendo y aprobando en diversas partes del mundo. Finalmente, queremos dejar algunas consideraciones que a nuestro juicio, valdría la pena visibilizarlas a fin de propiciar reflexiones más exhaustivas al respecto, que contribuyan a posicionamientos y diálogos más enriquecedores y alternativos sobre estos temas que, como nunca antes, la Iglesia tiene que escudriñar más allá de los dogmas y doctrinas preestablecidas.
- Es necesario valorar la hermenéutica para acercarse al texto bíblico, ya que la mayoría de los cristianos pasan por alto que cuando se colocan la Biblia al frente para leerla, entre sus ojos y el libro sagrado hay una distancia cultural de más de 5.000 años, y tomar conciencia de ello es vital para su comprensión. Hay que entender, además, que la Biblia no es un libro científico y mucho menos ofrece respuestas de esa índole a las preguntas que hoy nos hacemos, pero que eran ajenas para las sociedades y comunidades cuando el texto fue escrito. La Biblia es un libro teológico-religioso y como tal debe ser asumido para evitar confrontaciones estériles entre fe y ciencia, por ejemplo; o comenzar a izar banderas sobre temas sociales que luego las mismas iglesias han tenido que rectificarlas. No son pocas las injusticias que se han cometido en la historia usando como fundamento la “Palabra de Dios”, o la “voluntad de Dios”. Hay que cuidarse de quienes en nombre de las Escrituras actúan fanáticamente, debido a que son capaces hasta de crucificar al Mesías en nombre de Dios, para después alegar que se equivocaron. Para los cristianos, Jesús es el criterio hermenéutico por excelencia, lo cual implica que su vida, ministerio y espiritualidad representan para sus seguidores la clave para entender el texto bíblico.
- Es necesario reconocer que hay diversidad de posicionamientos dentro de las propias iglesias cristianas acerca de la sexualidad humana, como resultado de la herencia teológica que cada iglesia heredó. De igual manera pensar distinto es una realidad constitutiva del cristianismo que se evidencia en distintos temas, como bien lo encontramos en las experiencias de las comunidades eclesiales del Nuevo Testamento. Pensar distinto acerca de temas éticos o morales no representa un problema, ni una amenaza, siempre y cuando los posicionamientos no se asuman como absolutos y totalizantes, generando juicios inapropiados y actitudes excluyentes, que distan mucho del Evangelio de Jesucristo, que terminan con la imposibilidad del diálogo y la sacralización de determinados puntos de vista. No hay que olvidar que toda interpretación es la vista desde un punto. Hablar de “modelo original”, “diseño de Dios”, “la familia que Dios creó”, no son más que el reflejo de posturas teológicas, ya que nadie puede pretender hablar de manera exclusiva en representación de Dios. El arco iris del cristianismo es en extremo amplio y diverso, lleno de colores y matices, por tanto ningún grupo puede abrogarse el derecho de hablar en nombre de todos en asuntos vinculados a la sexualidad humana, la cual también es diversa y compleja.
- Es necesario considerar los avances de las ciencias en los diversos campos del saber, tales como la antropología, la sociología, la biología y la misma teología. El conocimiento es una actividad dinámica y progresiva en constante mutación, es un don de Dios para la comprensión y mejoramiento de la vida y las relaciones humanas y al margen del mismo es imposible practicar una fe contextualizada y vigorizada. Así como ninguna ciencia puede asumir carácter de absoluta, tampoco el cristianismo puede asumir tal postura, de tal manera que esta verdad exige la apertura a nuevas preguntas y a admitir que no siempre se tienen todas las respuestas, sin que esto resulte en menoscabo de la fe en Cristo o debilidad del Evangelio. La homosexualidad no es una enfermedad “curable” o una “desviación” de la conducta como tradicionalmente algunos piensan. En 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la excluyó de la lista de enfermedades y otros trastornos. Las terapias reparadoras por quienes creen que la homosexualidad es una enfermedad que se puede curar, o las terapias espirituales promovidas por grupos religiosos que buscan reconvertir a homosexuales en heterosexuales han generado mucho daño. Un ejemplo ha sido la experiencia de Exodus Internacional, que durante 37 años ofreció la cura para la homosexualidad y en el 2013, Alan Chambers, su presidente, ofreció sus disculpas a la comunidad gay por el sufrimiento y heridas que se habían causado, a tal punto que dicho ministerio desapareció.
- Es necesario recordar que no es la primera vez que las iglesias cristianas han tenido diferencias acerca de algún tema en particular y que tampoco será la primera vez que algunas iglesias hayan cambiado su manera de pensar sobre los mismos. Podemos recordar las polémicas suscitadas acerca de si los cristianos debían prestar el servicio militar o no, o pertenecer a algún cuerpo policial; para muchos cristianos el gobierno impuesto por Dios era la Monarquía, mientras que otros se oponían. Por otra parte, la Iglesia en nombre de la Ley Natural justificó la esclavitud que se operó en el feudalismo y en la Conquista de Abya Yala; Martin Luther King tuvo que confrontar no solo a las leyes de segregación racial, sino a muchas iglesias que en nombre de Dios calificaban sus acciones como antibíblicas , contranatura y contrarias a la voluntad de Dios; el divorcio era un pecado muy grave dentro del mundo cristiano, hoy ya casi nadie manifiesta oposición a esta ley ni sale a marchar en contra; para algunas iglesias la ordenación de las mujeres es una aberración porque es contra natura, mientras que para otras es un ejercicio del liderazgo legítimo, la misma argumentación se usaba para las mujeres que osaban vestirse con prendas catalogadas de exclusividad masculina. ¡Qué decir acerca de las discusiones acerca del uso de los métodos anticonceptivos!
- Es necesario admitir que la Biblia no presenta un modelo exclusivo de familia, cuya configuración se va modificando en la medida que las sociedades van pasando de un estadio a otro y las relaciones de producción y organización social se hacen más complejas. La familia en la época de los clanes estaba conformada por todas aquellas personas que tenían algún vínculo de sangre con el jefe del Clan, pero también quienes estaban bajo la protección del patriarca, tales como extranjeros, huérfanos, siervos y apátridas. Asimismo, la poligamia era parte de las prácticas propias de la época, y los padres también podían elegir las parejas de sus hijas sin el consentimiento de éstas. En la época de la monarquía, la Biblia no oculta que los reyes convivían con varias mujeres simultáneamente e incluso se habla de que Salomón tuvo 1.000 mujeres y es presentado como un de los hombres más sabios de la Biblia. No es extraño encontrarse con modelos familiares donde la cabeza de hogar es una mujer y el hombre está ausente en la relación (Jos 2, 6:22-25), (Hchs 16:14-15), (1 Reyes 17:8-16, 2 Reyes 4:1-7, Lucas 7:11-15); o familias que por circunstancias particulares llevaron a dos mujeres a formar un hogar atípico como es el caso de Rut y Nohemí; o la experiencia de tres hermanos conviviendo como familia como lo fueron Marta, María y Lázaro (Lc 10:38-39, Jn 11:1). De la misma manera en la sociedad contemporánea convive una variedad de modelos familiares, ninguno es mejor que otro, solo son formas de organizarnos como seres humanos en esa relación que se ha denominado familia: encabezadas por niños o niñas, familias monoparentales; familias lideradas por los abuelos o parejas que viven separados y crían a sus hijos, o que viven sin hijos por diversas razones (FLM, 2007).
- Es necesario entender que el tema de la legalización de las relaciones de convivencia entre personas del mismo sexo, no forma parte del ámbito religioso, sino del ámbito Civil, y es responsabilidad del Estado Laico legislar para todos los grupos que hacen vida en el país y no bajo las directrices de ninguna confesión en particular, aunque ésta, incluso, sea mayoría. Esto de ninguna manera quiere decir que las iglesias no tienen nada que decir o aportar en el espacio público, lo cual es necesario e imperativo, pero no se puede pretender que sus posturas morales sean consideradas como norma para todo una nación, en la cual conviven una diversidad de creencias religiosas, espiritualidades y cosmovisiones. Es oportuno recordar que bajo el paraguas del Estado Laico las iglesias evangélicas han defendido históricamente la libertad de cultos y se han opuesto a que el Estado dé privilegios a una iglesia en particular, ya que consideran que sus derechos eran violentados. El Argumento que subyace acá es que no se puede pedir al Estado que privilegia a un grupo religioso en detrimento de otros por lo que se le exige que todos sean considerados dentro del campo de la pluralidad y diversidad que toda sociedad tiene. Curiosamente se echa mano del Estado Laico cuando éste me favorece como minoría religiosa, pero a su vez lo desecho cuando presiono al estado a legislar desde mis preceptos religiosos en detrimento de otras minorías. Convivimos en sociedades complejas, diversas y plurales y los Estados tienen que legislar para ciudadanos que habitan en geografías con esas características, de lo contrario estaríamos encaminados ””emulando” al Estados islámicos, como los que quieren imponer sus creencias religiosas a la fuerza a toda una nación.
- Es necesario revisar el porqué algunas iglesias cristianas son capaces de pronunciarse y asumir acciones públicas en contra de las Uniones Civiles, e incluso, estrechar lazos con comunidades eclesiales que históricamente han considerado contrarias a la fe y por qué la articulación entre estas iglesias no es motivada por causas propias de una saludable unidad propia del Evangelio de Jesús, sino más bien por un “ecumenismo moral”. Para algunos grupos parece que la única amenaza contra la familia, como ellos la entienden, está representada por la sexodiversidad y, curiosamente, otros factores claramente instalados en nuestras sociedades con potenciales de destrucción y deshumanización real, pasan desapercibidos y en muchos casos son “legitimados y santificados” o, por lo menos, no son asumidos con la misma “pasión”. Estamos pensando en temas tales como la corrupción, las injusticias sociales, el cambio climático, el racismo, la violencia doméstica, la mercantilización del evangelio, la pobreza, el terrorismo, xenofobia, desplazados y migraciones, y los modelos políticos y económicos hegemónicos que campean por el continente, por nombrar sólo algunos ejemplos. Da la impresión que el único tema capaz de sacar a las iglesias de su estado de confort, e incluso, moverlas a estrechar lazos con otros grupos que, en condiciones normales, ni siquiera los consideraría parte de la familia cristiana, es el caso de la homosexualidad. Creo que como cristianos debemos analizar este interesante fenómeno que extrañamente motiva a la unidad, por lo menos en ese tema con carácter de exclusividad.
- Es necesario aceptar que la sexualidad humana no es un tema que despierte interés en las comunidades eclesiales y que cuando se aborda, generalmente, esto ocurre desde criterios de carácter moral y no a partir de sus complejidades. Un simple ejercicio de memoria podría ayudarnos a verificar el papel que el tema ha desempeñado en nuestro seno familiar y religioso. ¿Cuando éramos niños y jóvenes, con quién podíamos hablar sobre el tema de la sexualidad? ¿Cómo fue nuestra educación sexual? ¿Qué se decía sobre ella? ¿En qué espacios se hablaba sobre el tema? Aunque las experiencias varían de una persona a otra, lo común seguramente es que el tema no era muy bien visto, y sacarlo a relucir podría traer como consecuencia actitudes reprobatorias y condenatorias. Crecimos con muchas preguntas al respecto, incluso con ideas erradas sobre la sexualidad. La educación sexual que recibimos la obtuvimos de las conversaciones en la clandestinidad, de los medios de comunicación cuya visión de la sexualidad es mercantilista y fetichista, de revistas pornográficas y no educativas, y de las vivencias personales a lo largo de la vida. La sexualidad siempre ha tenido un toque de misterio, de morbo, de silencios, de interrogantes que con los proyectos de Uniones Civiles se coloca ahora en el tapete y de manera categórica obliga a hablar de aspectos de la vida que hemos preferido mantener en el exilio de la cotidianidad. Por eso, al escuchar la palabra homosexualidad, de manera inmediata nos conectamos con el tema de la sexualidad y, en consecuencia, con la manera como la entendemos, como la ejercemos y como la enseñamos a nuestros hijos y jóvenes. El tema de la sexualidad humana en el universo religioso produce una serie de emociones, sensaciones, reacciones y actitudes que incomodan, que nos cuestionan y que finalmente se transforman en miedo. Es el miedo a convivir con un aspecto de mi vida del cual no me puedo librar, como lo es la sexualidad; porque todos somos seres sexuados y sexuales, pero históricamente este tema se ha valorado como malo, prohibido y secreto.
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