Por fidelidad a Jesucristo, el Verbo hecho carne,
debemos rechazar todo intento de evasión histórica en nombre de la fe, todo
intento por afirmar una “fe cristiana” que busca diluirse en una espiritualidad no comprometida que corta... y mutila la fe del proceso histórico
latinoamericano”. Victorio Araya
La iglesia venezolana enfrenta hoy una situación sui generis ante los procesos de cambios
socio-políticos que se experimentan los cuales la tomaron por sorpresa, dejando al descubierto un novedoso del escenario que no es de fácil interpretación. La realidad ha cambiado de manera acelerada trayendo consigo un sin fin de interrogantes, desafíos y complejidades que hacen que no sea tan sencillo tener la certeza de qué es lo que está realmente aconteciendo. Respuestas apresuradas y simplistas, simplemente podrían hacer que las acciones y posicionamientos a tomar no fueran del todo los mas apropiados y correríamos le riesgo de errar como ya ha ocurrido en la región con procesos políticos más o menos similares al venezolano y donde la iglesia evangélica asumió posturas no siempre a la altura de las circunstancias históricas que así lo requerían.
La
iglesia evangélica venezolana se
encuentra ante una realidad que le exige encarecidamente, una ética que se
aleje de una acción servil y de
un silencio cómplice. El reto no es nada fácil, especialmente porque no hemos
sido preparados para responder contextualmente a los rápidos cambios sociales. Nuestra teología, en el mejor de los casos,
sigue respondiendo a situaciones e intereses de carácter foráneo, especialmente
a la geografía de los hermanos que nos trajeron el Evangelio a principios del
siglo XX. Hemos sido formados bíblica y teológicamente para desarrollar una
misión semejante a la de
En otras palabras, ella estaba interesada en
saber a cuál grupo pertenecía su familia. ¿A qué polo pertenecía? Este ejemplo,
es una profunda muestra de la internalización de la polarización que vivimos como
venezolanos, que ni siquiera respeta edades. Entendemos la polarización como la
radicalización de posturas asumidas por grupos antagónicos, que al ver
amenazados sus intereses (políticos, sociales, económicos, etc.) se atrincheran en sus posiciones para
defenderlos a toda costa, convirtiendo a todos aquellos que los adversan en
enemigos. Difiero de quienes sostienen que esta situación es nueva y que antes
no se daba. La polarización siempre ha estado presente donde hay grupos que se
imponen sobre otros y organizan la
sociedad de tal manera que sustente y fortalezca sus intereses, aun, a
costa de los grupos que son sometidos.
Lo que tenemos hoy, es que esta realidad se ha hecho evidente como nunca antes
en la historia contemporánea del país, y con elementos y particularidades
propias de la coyuntura[. Hoy
estamos ante la profundización de esa
realidad que ha acompañado nuestra historia, sólo que ahora la vivimos con mayor
intensidad.
Estamos confrontados, pues, por una nueva polarización, sin precedentes, entre aquellos que han disfrutado de los beneficios del status quo y aquellos que están más ansiosos por cambiarlo. Nuestro mundo está dividido netamente entre los grupos, razas y clases que han despertado a su disposición de inferioridad y aquellos que son renuentes a dejar paso aun nuevo orden
En Venezuela la polarización se ha encarnado
entre quienes han ostentado el poder, y quienes han sido privados de él; entre
quienes se han beneficiado de las riquezas del país, y quienes cada día
amanecen más pobres; entre quienes divinizan las estructuras sociales y quienes
luchan por cambiarlas; entre quienes quieren reformas cosméticas y quienes
prefieren una revolución; entre quienes ocupan socialmente posiciones de
privilegio, y quienes ocupan los sótanos de
la estructura social.
Desgaste del viejo modelo político
Expectativas aun no satisfechas
Los rostros sociales de la iglesia en la actualidad
La coyuntura sociopolítica, no sólo está moviendo las bases de los partidos tradicionales, la iglesia cristiana también se ha visto afectada ante la novedad de una realidad que exige posturas eclesiales que no son tan fáciles de dar. Hoy como en ninguna otra época de la historia de la iglesia, “la sociedad venezolana gime a una, pidiendo que los hijos de Dios se manifiesten”. En este sentido, queda de nuestra parte juzgar y valorar las actitudes y posturas que se han asumido, a fin de determinar si están a la altura del Evangelio y de la realidad.
Actitud de evasión
La primera actitud es fundamentalmente de “alejamiento” de los acontecimientos sociales. La iglesia es un ente espiritual y por tanto no debe inmiscuirse en asuntos de carácter terrenal. La misión se reduce a la predicación del evangelio para la conversión de individuos, en especial “salvar almas”. Lo político y lo social son escenarios que no le competen a la iglesia ni al evangelio. En este caso los cristianos se declaran en “huelga social”, mientras dure su peregrinaje en esta tierra. Esta postura monástica interpreta el mundo como antidios y escenario del maligno, y la iglesia tiene la responsabilidad de ser agente de consolación y refugio para quienes habitan en él. La fe se convierte en un convento para refugiarnos y no afrontar los retos de la sociedad contemporánea. Samuel Escobar nos recuerda que:
Todavía no existe un monasterio protestante en América Latina, pero la mentalidad de monasterio si existe. Hay quienes sueñan con formar “barrios evangélicos” o sistemas de educación que desde la cuna hasta la tumba el hijo de creyente sea protegido del mundo.
Es en este tipo de cristianos donde por lo general se escuchan expresiones como las siguientes: “La iglesia debe ser neutral y debe mantener el equilibrio”. En otras palabras la iglesia no debe decir nada que pueda ser mal o bien interpretado por uno de los grupos enfrentados. Quienes piensan que la neutralidad o el equilibrio resuelven el problema, no se dan cuenta que esa actitud por el contrario complica aun más la postura cristiana, al manifestar una ambigüedad ética insostenible. ¿Se puede ser realmente neutral? ¿Equilibrio respecto a qué? La neutralidad no existe y el equilibrio puede ser un alma de doble filo. En el fondo quienes han asumido esta postura, ingenuamente, racionalizan que es una alternativa para no meterse en problemas. En otras palabras, la ética de carácter monástico obliga a asumir un compromiso social ambiguo, con el propósito de no ser mal interpretados por ninguno de los bandos confrontados. Al final su meta es, no incomodar con su postura a nadie, para que todos queden conformes, excepto Jesús.
Actitud de asimilación
El trasfondo teológico de un alto porcentaje de las iglesias venezolanas es de corte fundamentalista, sin embargo un gran número de cristianos evangélicos son afectos a los procesos de cambios que promueven los actuales actores políticos. Esto no es tan fácil de entender teológicamente. Históricamente quienes adoptan una postura conservadora, difícilmente participarían en procesos de transformación social. Sin embargo en la actual coyuntura venezolana la teología de estos cristianos no se corresponde con la ética social que han asumido. En otras palabras el conservador históricamente ha estado vinculado al status quo, pero estamos ante un fenómeno bastante particular. Este fenómeno considero podría ser bastante peligroso en el sentido que la acción no tiene ningún reflexión teológica que la nutra y la juzgue.
Mi interpretación es que los cristianos que han asumido el proceso de cambio, no siempre están conscientes de las motivaciones bíblicas, teológicas, sociales y hasta económicas que sustentan su postura política. La participación, no en todos los casos por supuesto, es acrítica y visceral. Esto es sumamente peligroso. La acción sin reflexión puede convertirse en un bumerán que se devuelva hacia quienes han asumido esta postura. No pretendo que hay que hacerse sociólogo, teólogo, biblista o economistas profesionales para poder participar. De ser así entonces nadie podría. Estamos ante el extremo opuesto de la posición descrita anteriormente. El pietista está tan metido en su propio mundo espiritual que no participa en los cambios sociales; éste está tan metido en los cambios sociales que no tiene tiempo de reflexionar desde su fe acerca de lo que está ocurriendo. Ejemplos de esta actitud lo vemos expresadas en emisoras radiales de corte cristiano que se han convertido en voceras del Estado, o pastores que aplauden todo lo que proviene del gobierno. Entiendo que en la capital hay congregaciones que se autodenominan iglesias bolivarianas, una clara evidencia de acción sin reflexión.En este caso el evangelio es absorbido y subordinado a los procesos sociales y los cristianos terminan al servicio de proyectos que se absolutizan dándoles carácter de sacro y divino.
Quienes asumen estas posturas ignoran las ambigüedades que se dan en cualquier proceso de transformación, que al no considerarlas acarrean graves consecuencias. Shaull Richard lo dice de esta manera:
Representa la pasión por la justicia y por la liberación de los oprimidos, pero también libera grandes fuerzas destructoras y lleva a nuevas formas de injusticia…demasiado a menudo el orden establecido después de la revolución no es muy diferente del anterior. …Si se ha de producir el cambio, son necesarios nuevos centros de poder, pero en una situación revolucionaria es imposible predecir como será eventualmente utilizado ese poder... Es un imperativo que el cristiano tiene que participar en los cambios sociales, aunque no estemos de acuerdo en el cómo debe hacerlo, pero es incuestionable que no tiene otra alternativa si quiere ser fiel al Reino de Dios. Quienes han optado por participar en el proceso deben comenzar a preocuparse por sustentar desde su fe tal actitud, para no sacrificar el reino de Dios, que es trascendental, en el altar de las utopías temporales. Reafirmamos que sólo le debemos obediencia incondicional a Dios, y nuestra lealtad es exclusivamente a él, y esto no está en discusión. Es tan antibíblica y peligrosa la evasión de la realidad, como la participación sin reflexión.
Actitud de oposición
Una de las mayores injusticias que les hacemos a nuestros jóvenes es pedirles que sean conservadores. El cristianismo de hoy no ha de ser conservador, sino revolucionario. Ser hoy conservador es estar totalmente equivocado, porque significa pararse en medio de la corriente del estatus quo, que ya no nos pertenece. Hoy somos una absoluta minoría. Si queremos ser justos hemos de enseñar a nuestros jóvenes a ser revolucionarios, revolucionarios contra el status quo Estas palabras fueron escritas en 1973, cuando yo apenas contaba con 8 años de edad, y cursaba mi segundo grado de educación primaria. ¡Cuántas injusticias, según Schaffer, se han cometido desde entonces! El cristiano está llamado a participar en todo proceso que vaya en contra del status quo, de lo establecido y mantenido de manera sacra, porque el cristiano ha asumido una fe que lo impulsa a participar en la transformación de la sociedad y a trabajar por la vida en toda su plenitud, negada a muchos seres humanos. La participación no sólo incluye el trabajo con los cristianos, sino con todos los que luchan contra el status quo , en la coyuntura que vive el país en la actualidad.Muchas veces creemos ingenuamente que Dios actúa única y exclusivamente a través de la iglesia, como que si los cristianos tuviéramos privatizado a Dios. Esta era la misma idea que tenían los discípulos cuando molestos se acercaron a Jesús a acusar a quienes sacaban demonios y … La respuesta de Jesús es más que esclarecedora : “Quien no está contra nosotros por nosotros es”.
Ni los problemas éticos ni la fe cristiana pueden comprenderse en una reflexión neutral, para solo después adoptar una decisión. En ambas cosas es primero una acción, un compromiso concreto, cuyo contenido analizamos críticamente – como cristianos, a la luz de la Palabra de Dios- con la finalidad de integrar ese análisis en una nueva acción y un renovado y más eficaz compromiso.
La encarnación se opone a los análisis y propuestas hechas desde la contemplación y la inamovilidad eclesial, al contrario nos invita a ser sujetos y no espectadores, porque es desde y en el camino que la vida se plantea con todas sus posibilidades y riesgos. “Es obvio, pues, que sólo aquellos que… están envueltos en una situación se hayan en posición de discernir su realidad y de decidir lo que habría que hacer...Es decir que sólo cuando alguien participa de una situación puede describir su realidad y ver la forma en que Dios está actuando…”
La primera advertencia que reciben quienes optan por trabajar en contra del status quo, es que es muy peligroso, que hay muchos riesgos y que se debe tener mucho cuidado. Quienes hacen esta advertencia han decidido “sabiamente” no participar para evitarse problemas. Ahora bien, sería ingenuo obviar los riesgos y peligros que toda opción implica, pero muy antibíblico dejar de participar por causa de los riesgos. Richard Shaull haciendo referencia a lo complejo de tomar decisiones en escenarios de cambio señala que
el revolucionario se encuentra preso de un proceso acelerado en el cual se ve confrontado, a cada momento, por una nueva configuración de hechos y acontecimientos…En medio de la revolución la vida es insegura, la forma del futuro es ambigua. La lucha por un nuevo orden tiene lugar en medio de oposición, repetidos fracasos y la constante aparición de nuevas amenazas de deshumanización”
El cristiano ante todo es un mártir que da testimonio de su fe en el mundo y es capaz de morir por seguir el ejemplo de Jesús. La palabra que usa Hechos 1.8 para referirse a testigos es martureo, de la cual viene la palabra mártir. Parece que el testimonio está estrechamente vinculado al martirio, a correr riesgo. Un ejemplo de esto es el caso de Esteban, quien muere por dar testimonio. Los riesgos no son obstáculos para la acción, forman parte de ella y no la mutilan. Hacerse cristiano es asumir el seguimiento de Jesús, quien no subordinó su ministerio profético y redentor a la persecución, traición, la violencia, la incomprensión, la intolerancia, la calumnia, las trampas, situaciones de alto riesgo y peligro.
Quienes se oponen a las
transformaciones lo hacen porque en el fondo le han dado al orden social
existente carácter de absoluto y sacro. Esta actitud es factible también
encontrarla en quienes luchan por los cambios, al divinizar el proceso en el
cual se participa. Para el cristiano
sólo Dios es absoluto y es perfecto, todo lo demás es relativo y perfectible;
por tanto, no podemos cegarnos ante las debilidades y desaciertos de la lucha,
a tal punto de ignorarlas. La labor profética de denunciar el pecado en
cualquiera de sus manifestaciones no se negocia, ni siquiera con los procesos
de cambio en los que decidimos participar. La revolución no se idolatra y los cristianos no pueden perder la capacidad del
cuestionamiento y la autocrítica. Estamos conscientes del uso y abuso que se ha
hecho del término revolución en América Latina. En este ensayo revolución, se entiende como todo proceso que promueva cambios y
transformaciones de carácter social, políticos, económicos, religiosas, etc. y
que se niega a aceptar el status quo, cualquiera sea su rostro, como absoluto e inmutable.
Los procesos de cambio no son fines en si mismos, sólo medios para ir construyendo de manera imperfecta nuestras aspiraciones de sociedad, las cuales no serán satisfechas a plenitud, sino hasta la consumación del Reino de Dios. La explicación que nos ofrece Otto Maduro al respecto es bien esclarecedora y digna de tenerla presente:
Parece ser pues que cuando estamos demasiado
metidos en una determinada realidad; cuando estamos muy comprometidos con una
institución, comunidad o lucha; cuando estamos hondamente agobiados o atraídos
por algo o por alguien...entonces nos resulta muy difícil distinguir,
discernir, separar lo que de hecho está aconteciendo de lo que aprendimos a ver
y esperar, de lo que quisiéramos que sucediese, de lo que creemos que “debería
ser”, de lo que tenemos y de lo que estamos acostumbrados a que suceda”
Participar en esperanza
“El arco de los poderosos se quiebra, pero los débiles recobran las fuerzas. Los que antes tenían comida de sobra se venden por un pedazo de pan, los que antes sufrían hambre, ahora viven saciados...El Señor da la riqueza y la pobreza; humilla, pero también enaltece. Levanta del polvo al desvalido y saca del basurero al pobre para sentarlo en medio de príncipes y darles un trono esplendoroso”1 Samuel 2. 4, 5, 8 De la misma manera lo hace Federico Pagura por medio de las palabras de un canto que nació, al igual que el de Ana, en una situación de desesperanza, frustraciones, injusticias, pobreza, marcas por excelencia de los pueblos latinoamericanos:
David J. Bosh haciendo referencia a la teología liberal del siglo XIX cita a Ernst Troeltsch quien dice que “La oficina de escatología se encuentra cerrada la mayor parte del tiempo...(Pero) ... en nuestro siglo la “oficina de escatología ha estado trabajando horas extras”. Unos están tan fascinados por el presente que pierden de vista el horizonte escatológico de la fe, mientras otros están hipnotizados con la en la espera de la consumación del Reino, que se desconectan del presente. Ninguna de estas actitudes se corresponde con el sentido de esperanza que el Evangelio nos presenta.
Participar con/en el Espíritu
- No les toca a ustedes conocer la hora ni el
momento determinado por la autoridad misma del Padre – les contesto Jesús- Pero
cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos
tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la
tierra”[38]
Las interrogantes de los discípulos, como las nuestras, expresan un gran interés por el futuro y muy poca atención por el presente. Y la respuesta de Jesús nos ubica, como siempre, en la perspectiva correcta. Jesús hace que los discípulos se ubiquen en su historia presente y asuman la nueva responsabilidad de ser mártires, bajo la acción del Espíritu Santo. ¿Qué tiene que ver el Espíritu Santo con nuestra participación en los procesos de cambios que se operan en la sociedad? Las primeras sensaciones que se experimentan en los procesos de encarnación son el temor, inseguridad e incapacidad, y por muy cristianos que seamos no estamos vacunados en contra de estas manifestaciones propias de cualquier ser humano.
Richard Shaull, quien por más de 50 años ha estado bregando con el tema de la ética social de la iglesia afirma que:
Si nosotros como cristianos y comunidades de fe, queremos participar de alguna forma en esta búsqueda de nuevos caminos en la reconstrucción social, tenemos que reconocer un hecho: podremos hacerlo solamente en la medida en que estemos presentes en el mundo religioso de los pobres con un mensaje capaz de producir la conversión, y confiando en la fuerza del Espíritu puede reconstruir la vida de los más violentados y crear comunidad donde en la actualidad no existe.
El Espíritu Santo nos impulsa a llevar a cabo la misión de Dios a fin de que seamos agentes de vida y esperanza entre quienes luchan contra la muerte y la desesperanza. Es el mismo Espíritu que acompañó a Jesús en su ministerio[41], al cual la iglesia debe someterse en todo proceso de encarnación. Más que palabras, vidas que desde la obediencia a las demandas del Reino, propicien una participación de carácter neumatika en la coyuntura actual.
CONCLUSIÓN
La iglesia está obligada a reafirmar su presencia profética en la actual situación del país, pero esto sólo será posible si logra percatarse que está viviendo un kairós, y que necesita replantear su manera de hacer teología y en consecuencia su misión. Sólo así irá interpretando, entre aciertos y fracasos, las sendas del Reino en medio de las contradicciones sociales que le toca vivir, y así evitar refugiarse en el desierto como los Esenios para huir del mundo, o en la violencia como los Zelotes para transformarlo. Entenderá que la opción que exige el Evangelio es ser discípulos y discípulas de Jesús, cuya metodología de vida exige estar en el camino de la historia, nos guste o no. El Dios que se hizo historia en Jesucristo, nos ha dado el modelo de vida por excelencia a seguir: transitar el camino de los desposeídos, a pesar de los riesgos convencidos que sólo Dios es absoluto, con la vista puesta en la esperanza futura y los pies en realidad presente. Y esto es posible hacerlo gracias a la operación del Espíritu en la vida de su iglesia.
